jueves, 20 de mayo de 2010

Borderline. Capítulo 3

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Acá les traigo el tercer capítulo de éste escrito. Van a encontrar algunas sorpresas en él, pero seguro les gustan.

Quería agradecer especialmente a mis dos Lectoras BETA (ustedes saben quiénes son ;D) porque me ayudaron por primera vez con la historia, y ambas hicieron muy buen trabajo. Gracias =3

Próximo capítulo, en algunos días. Voy a tratar de escribir más, y, por única vez, darle varios capítulos a mis BETAs, así tengo capítulos para ir subiendo sin depender de sus devoluciones que, dios no quiera, un día surge un problema y nos quedamos estancados jajaja. Así que, voy a demorar algo más de tiempo en traerles el próximo capítulo de Borderline. Igual, no se preocupen. Seguro en el entretiempo traigo algo de 1+1=1 =D



Capítulo 3: Posiblemente rutinario.

Toc Toc. El sonido de alguien golpeando la puerta inundaba la habitación en la que dormía. Toc Toc Toc. De nuevo, los golpes se abrían paso por los pasillos de la casa, y llegaban a sus oídos. Toc Toc Toc Toc. Quien quiera que estuviera golpeando comenzaba a desesperarse, pues comenzaba a golpear más seguido que antes. Y, además, el sonido había cambiado, como si ahora estuvieran golpeando con el puño cerrado en vez de los nudillos. Toc Toc.

Ya no tenía sentido seguir dormido, y no podía fingir que lo estaba. Ella jamás creería eso. Y, de hacerlo, sólo seguiría golpeando la puerta hasta que él le dijera que se detuviera. Todas las mañanas hacía exactamente lo mismo, y por molesto que fuera, en cierto punto agradecía que siguiera haciéndolo a pesar de todo.

En cuanto sus ojos se abrieron, el punzante dolor de la jaqueca abordó por completo su cabeza. Doliéndole particularmente en la frente, y detrás de los ojos. –Maldita resaca…- murmuró sentándose en el borde de la cama, y sosteniéndose la cabeza con ambas manos.

Dentro de su mente, cientos de imágenes se agolpaban, e impedían sus intentos de pensar claramente en lo que había sucedido la noche anterior. Veía gente, algunas personas que ni siquiera conocía, otras que sí; lugares, al menos tres diferentes bares; y escuchaba música. Mucha música. No podía recordar exactamente qué había hecho, pero estaba seguro de que había salido toda la noche. De nuevo. Eso era más que obvio.

Toc Toc. De nuevo los golpes retumbaron en su cabeza como martillos que asedian el metal sobre un yunque. –Ya voy… Ya voy…- murmuró, intentando que eso bastara para acallarla de una vez por todas. Ya estaba despierto, ¿no podía acaso dejar de golpear la maldita puerta de una vez? Toc Toc. Por supuesto que no. Él estaba despierto, pero ella no tenía forma de saberlo. E igual que todas las mañanas, iba a golpear hasta que él diera señales de vida de nuevo.

-¡Aidan!-

Probablemente ya se había cansado de golpear la puerta con ambas manos, e igual que siempre, había optado por gritarle tan fuerte como podía. No le importaba despertar a los vecinos. Nunca le importaba.

Luego de algunos segundos más de silencio, un fuerte ensordecedor golpe estremeció las paredes de la casa. Algo sorprendido, Aidan se puso finalmente de pie y comenzó a caminar lentamente hacia la puerta de entrada. Aun estaba vestido como cuando había llegado, así que simplemente tomó su bolso antes de dejar su cuarto, y continuó su trayectoria.

Probablemente estaba despeinado, aunque realmente no le importaba. Probablemente se veían en su rostro los estragos de la noche de fiesta que había vivido, pero tampoco le importaba. De hecho, si todo eso generaba alguna reacción en él, era orgullo. Orgullo de poder pavonear delante de todos, que no había pasado la noche durmiendo precisamente.

Tampoco se había molestado en tomar algo que pudiera servirle de desayuno. Simplemente llegó a la puerta, y entendió qué había causado el último gran estruendo. Justo delante de él, ella, puntual como siempre, se encontraba apoyada contra la baranda del balcón, frotándose el pie.

-Es la última vez que patearé tu puerta- le dijo sin mirarle, inyectando tanta reprensión como le era posible.

-Sabes que no es verdad- objetó él, cerrando la puerta y acercándose a ella esperando comenzar con su caminata de todos los días.

Realmente no entendía porque aun ella insistía tanto con él. Es decir, había renunciado a todos los demás mucho tiempo atrás. Pero aun así, estaba agradecido de que no lo hubiera hecho. Eran mejores amigos, y eran los únicos que aun respetaban aquél pacto que los seis había hecho cuando pequeños. También eran muy diferentes uno del otro, a pesar de compartir tantas cosas. E incluso estaban en bandos opuestos en muchas de las discusiones en las que alguna vez habían participado. Sin embargo, Lina era todo lo que tenía. O, al menos, lo más importante.

-¿Lista? ¿O necesitas más tiempo?- preguntó él, casi con sorna viendo como ella dejaba de frotarse el pie y lo devolvía al suelo.

-Lista- respondió ella aun enojada. Tomó su mochila, y al levantar la cabeza para verle, no pudo evitar sonreír de una manera que él conocía a la perfección. No era más que satisfacción. Probablemente, porque había conseguido sacarlo de la casa a tiempo. De nuevo. Igual que siempre.

 

+-+-+-+

 

Llevaba los libros sobre el pecho, sosteniéndolos con los brazos cruzados. Probablemente hubiera agradecido que él los llevara por ella, pero sabía que eso no iba a suceder pronto. Algunos años atrás probablemente lo hubiera hecho, incluso si ella se lo pedía, pero ya no más.

Recorriendo el mismo camino de todos los días, esas calles que ya ambos conocían de memoria, no necesitaba pensar en dónde debía poner el siguiente pie. Simplemente caminaba, pues sabía que sus pies, inconscientemente, la llevarían a dónde debía ir. Probablemente por eso, y dado que nunca conversaban mucho en su trayecto, ella dedicaba esos minutos a pensar.

Cuidadosamente, giró la cabeza, y dirigió su mirada directo a Aidan, quien caminaba a su lado. Desarreglado, adormilado, algo torpe para caminar. Obviamente había pasado la noche fuera otra vez. Como siempre, Aidan no se daba cuenta que sus ojos estaban posados sobre el de nuevo. Nunca lo hacía. Y lentamente, su mirada regresó al frente de nuevo.

Sus brazos se aferraron con más fuerza alrededor de los libros y carpetas que debía llevar fuera de la mochila por culpa del poco espacio de ésta. En realidad la mochila era bastante grande, y pesada, el problema era que ella llevaba demasiados libros todos los días. O, quizás, probablemente el problema era que nadie pedía ayudarle a llevarlos.

-Cuidado-

El sonido de la voz de Aidan removió su mente del estado absorto el que se encontraba. Al tiempo que se llenaba de sorpresa al ver que él la estaba deteniendo con su brazo, impidiéndole avanzar. Lina levantó la vista, y miró a ambos lados, intentando entender qué sucedía. Porqué él la estaba deteniendo. Porqué, al contrario de todos los días, había pronunciado palabra alguna. Y al ver los autos pasar delante de ella, comprendió que había estado cerca de cruzar sin prestar atención.

Luego de eso, ninguno volvió a decir nada por varios minutos. Simplemente caminaron absortos su camino de todos los días, sin realmente ser conscientes de por dónde caminaban. Igual que cada mañana, ambos caminaban separadamente.

Cada paso que daba, implicaba la aparición de un nuevo pensamiento en su mente. Una nueva pregunta sin respuesta. Algunas de esas dudas, eran más bien tontas y realmente no merecían tiempo para ser tratadas apropiadamente. Otras, en cambio, realmente eran preguntas importantes que, probablemente, merecían día enteros para ser resueltas. Aun así, ella sólo les otorgaría los últimos minutos de la caminata. Igual que siempre.

De nuevo levantó la vista, y la dirigió a Aidan. Automáticamente, la visión de ese muchacho desarreglado, que caminaba a su lado en silencio y con la torpeza de alguien que no ha dormido lo adecuado, se vio en comparación con la del Aidan de sus recuerdos.

El contraste era demasiado claro, y hasta abrumadoramente obvio. Mientras que el Aidan en sus recuerdos era un niño entusiasta, lleno de ambiciones y sueños, igual al resto de ellos; el Aidan al que ahora se encontraba dirigiendo sus ojos, parecía más vacío y abatido.

Ella conocía a la perfección las cosas por las que él había pasado, y en cierta forma encontraba explicaciones para su actual comportamiento. Pero no lo justificaba. Por más que todas las mañanas lo intentaba, no encontraba la forma de justificar que hiciera lo que hacía.

Probablemente, pensaba, la única forma de descubrir justificaciones para sus actos, sería haberle preguntado a tiempo. O en ese mismo momento. Pero le era imposible formular las preguntas que tenía. Nunca había podido. Quizás por miedo, quizás por cobardía.

Temiendo que pudiera perderle si lo hacía. Temiendo que al hacerlo, le obligara a ver algo que no quisiera, y que eso lo llenara de tanto rencor hacia ella, que tuviera que alejarse para siempre. Sabía que eso era posible. Al fin y al cabo, era lo que había sucedido con los otros. Demasiadas preguntas, habían conducido a todos a afrontar cosas para las que no estaban listos.

-Aidan- dijo ella, con la vista clavada de nuevo en el suelo, pues sabía que si llamaba su atención, él voltearía a verle. -¿Algunas vez te has preguntado por qué aun somos amigos?-

Esa era, probablemente, la única pregunta que había logrado pasar todos los filtros en su mente. La única que, posiblemente, no iba a disparar ninguna reacción de la que ambos pudieran arrepentirse. O al menos, era la que tenía el menor riesgo de causarlas.

 Durante varios pasos más, él no dijo nada. Y finalmente la preocupación por su silencio, obligó a Lina a levantar la vista y mirarle. Sólo para encontrarlo con la vista clava en el piso, al igual que ella miraba el suelo todos los días.

Sin darle tiempo a girar o bajar la vista, él levantó la cabeza y le miró directamente a los ojos. Durante unos segundos, ella notó, o creyó notar, miedo en su expresión. Sin embargo, si hubo temor, éste pronto había sido reemplazado con una amable sonrisa.

-¿Por qué sino tendría que comprar un despertador en serio?- bromeó riendo. Recordándole por un instante al antiguo Aidan, no tomándose nada muy en serio, y contagiándole su risa.

Estaba a punto de recriminarle el chiste, de quejarse amigablemente de que no se tomara el tiempo de responder en serio. Incluso había comenzado a abrir la boca para hablar, pero se detuvo. Demasiado tiempo pensando la pregunta correcta, había consumido todo el tiempo que tenían para la caminata.

Habían llegado, igual que todas las mañanas, a la escalinata de la universidad. Para lo que, probablemente, sería otro tedioso día de estudios. Igual que siempre, no lo volvería a ver hasta el día siguiente, pues nunca se encontraban a la salida. Y probablemente, para la mañana siguiente él habría olvidado su pregunta. Y ella, igual que siempre, fingiría que nada había sucedido. Y ambos, volverían a caminar en silencio. Inconscientemente. Como probablemente lo harían todos los días.

3 comentario(s):

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Rina dijo...

Me acaban de borrar el coment que acabo de escribir, asi que me hizo perder un gran pedazo de mis sorpresas y fecilicitaciones en cuanto a tu personaa

esta historia es un fanfic o son todo invencion propia? Me encantoo, ya estoy esperando el próximo capitulo =)

M. Val dijo...

Felicitaciones por la historia, o lo que va de ella. Escribís muy bien realmente. Espero el próximo cap!

Gaia dijo...

Me identifiqué mucho con ella, me revolviste recuerdos! :P

Saludos Lisha, seguí escribiendo~

http://barby-gs.blogspot.com

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