jueves, 20 de mayo de 2010

Borderline. Capítulo 3

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Acá les traigo el tercer capítulo de éste escrito. Van a encontrar algunas sorpresas en él, pero seguro les gustan.

Quería agradecer especialmente a mis dos Lectoras BETA (ustedes saben quiénes son ;D) porque me ayudaron por primera vez con la historia, y ambas hicieron muy buen trabajo. Gracias =3

Próximo capítulo, en algunos días. Voy a tratar de escribir más, y, por única vez, darle varios capítulos a mis BETAs, así tengo capítulos para ir subiendo sin depender de sus devoluciones que, dios no quiera, un día surge un problema y nos quedamos estancados jajaja. Así que, voy a demorar algo más de tiempo en traerles el próximo capítulo de Borderline. Igual, no se preocupen. Seguro en el entretiempo traigo algo de 1+1=1 =D



Capítulo 3: Posiblemente rutinario.

Toc Toc. El sonido de alguien golpeando la puerta inundaba la habitación en la que dormía. Toc Toc Toc. De nuevo, los golpes se abrían paso por los pasillos de la casa, y llegaban a sus oídos. Toc Toc Toc Toc. Quien quiera que estuviera golpeando comenzaba a desesperarse, pues comenzaba a golpear más seguido que antes. Y, además, el sonido había cambiado, como si ahora estuvieran golpeando con el puño cerrado en vez de los nudillos. Toc Toc.

Ya no tenía sentido seguir dormido, y no podía fingir que lo estaba. Ella jamás creería eso. Y, de hacerlo, sólo seguiría golpeando la puerta hasta que él le dijera que se detuviera. Todas las mañanas hacía exactamente lo mismo, y por molesto que fuera, en cierto punto agradecía que siguiera haciéndolo a pesar de todo.

En cuanto sus ojos se abrieron, el punzante dolor de la jaqueca abordó por completo su cabeza. Doliéndole particularmente en la frente, y detrás de los ojos. –Maldita resaca…- murmuró sentándose en el borde de la cama, y sosteniéndose la cabeza con ambas manos.

Dentro de su mente, cientos de imágenes se agolpaban, e impedían sus intentos de pensar claramente en lo que había sucedido la noche anterior. Veía gente, algunas personas que ni siquiera conocía, otras que sí; lugares, al menos tres diferentes bares; y escuchaba música. Mucha música. No podía recordar exactamente qué había hecho, pero estaba seguro de que había salido toda la noche. De nuevo. Eso era más que obvio.

Toc Toc. De nuevo los golpes retumbaron en su cabeza como martillos que asedian el metal sobre un yunque. –Ya voy… Ya voy…- murmuró, intentando que eso bastara para acallarla de una vez por todas. Ya estaba despierto, ¿no podía acaso dejar de golpear la maldita puerta de una vez? Toc Toc. Por supuesto que no. Él estaba despierto, pero ella no tenía forma de saberlo. E igual que todas las mañanas, iba a golpear hasta que él diera señales de vida de nuevo.

-¡Aidan!-

Probablemente ya se había cansado de golpear la puerta con ambas manos, e igual que siempre, había optado por gritarle tan fuerte como podía. No le importaba despertar a los vecinos. Nunca le importaba.

Luego de algunos segundos más de silencio, un fuerte ensordecedor golpe estremeció las paredes de la casa. Algo sorprendido, Aidan se puso finalmente de pie y comenzó a caminar lentamente hacia la puerta de entrada. Aun estaba vestido como cuando había llegado, así que simplemente tomó su bolso antes de dejar su cuarto, y continuó su trayectoria.

Probablemente estaba despeinado, aunque realmente no le importaba. Probablemente se veían en su rostro los estragos de la noche de fiesta que había vivido, pero tampoco le importaba. De hecho, si todo eso generaba alguna reacción en él, era orgullo. Orgullo de poder pavonear delante de todos, que no había pasado la noche durmiendo precisamente.

Tampoco se había molestado en tomar algo que pudiera servirle de desayuno. Simplemente llegó a la puerta, y entendió qué había causado el último gran estruendo. Justo delante de él, ella, puntual como siempre, se encontraba apoyada contra la baranda del balcón, frotándose el pie.

-Es la última vez que patearé tu puerta- le dijo sin mirarle, inyectando tanta reprensión como le era posible.

-Sabes que no es verdad- objetó él, cerrando la puerta y acercándose a ella esperando comenzar con su caminata de todos los días.

Realmente no entendía porque aun ella insistía tanto con él. Es decir, había renunciado a todos los demás mucho tiempo atrás. Pero aun así, estaba agradecido de que no lo hubiera hecho. Eran mejores amigos, y eran los únicos que aun respetaban aquél pacto que los seis había hecho cuando pequeños. También eran muy diferentes uno del otro, a pesar de compartir tantas cosas. E incluso estaban en bandos opuestos en muchas de las discusiones en las que alguna vez habían participado. Sin embargo, Lina era todo lo que tenía. O, al menos, lo más importante.

-¿Lista? ¿O necesitas más tiempo?- preguntó él, casi con sorna viendo como ella dejaba de frotarse el pie y lo devolvía al suelo.

-Lista- respondió ella aun enojada. Tomó su mochila, y al levantar la cabeza para verle, no pudo evitar sonreír de una manera que él conocía a la perfección. No era más que satisfacción. Probablemente, porque había conseguido sacarlo de la casa a tiempo. De nuevo. Igual que siempre.

 

+-+-+-+

 

Llevaba los libros sobre el pecho, sosteniéndolos con los brazos cruzados. Probablemente hubiera agradecido que él los llevara por ella, pero sabía que eso no iba a suceder pronto. Algunos años atrás probablemente lo hubiera hecho, incluso si ella se lo pedía, pero ya no más.

Recorriendo el mismo camino de todos los días, esas calles que ya ambos conocían de memoria, no necesitaba pensar en dónde debía poner el siguiente pie. Simplemente caminaba, pues sabía que sus pies, inconscientemente, la llevarían a dónde debía ir. Probablemente por eso, y dado que nunca conversaban mucho en su trayecto, ella dedicaba esos minutos a pensar.

Cuidadosamente, giró la cabeza, y dirigió su mirada directo a Aidan, quien caminaba a su lado. Desarreglado, adormilado, algo torpe para caminar. Obviamente había pasado la noche fuera otra vez. Como siempre, Aidan no se daba cuenta que sus ojos estaban posados sobre el de nuevo. Nunca lo hacía. Y lentamente, su mirada regresó al frente de nuevo.

Sus brazos se aferraron con más fuerza alrededor de los libros y carpetas que debía llevar fuera de la mochila por culpa del poco espacio de ésta. En realidad la mochila era bastante grande, y pesada, el problema era que ella llevaba demasiados libros todos los días. O, quizás, probablemente el problema era que nadie pedía ayudarle a llevarlos.

-Cuidado-

El sonido de la voz de Aidan removió su mente del estado absorto el que se encontraba. Al tiempo que se llenaba de sorpresa al ver que él la estaba deteniendo con su brazo, impidiéndole avanzar. Lina levantó la vista, y miró a ambos lados, intentando entender qué sucedía. Porqué él la estaba deteniendo. Porqué, al contrario de todos los días, había pronunciado palabra alguna. Y al ver los autos pasar delante de ella, comprendió que había estado cerca de cruzar sin prestar atención.

Luego de eso, ninguno volvió a decir nada por varios minutos. Simplemente caminaron absortos su camino de todos los días, sin realmente ser conscientes de por dónde caminaban. Igual que cada mañana, ambos caminaban separadamente.

Cada paso que daba, implicaba la aparición de un nuevo pensamiento en su mente. Una nueva pregunta sin respuesta. Algunas de esas dudas, eran más bien tontas y realmente no merecían tiempo para ser tratadas apropiadamente. Otras, en cambio, realmente eran preguntas importantes que, probablemente, merecían día enteros para ser resueltas. Aun así, ella sólo les otorgaría los últimos minutos de la caminata. Igual que siempre.

De nuevo levantó la vista, y la dirigió a Aidan. Automáticamente, la visión de ese muchacho desarreglado, que caminaba a su lado en silencio y con la torpeza de alguien que no ha dormido lo adecuado, se vio en comparación con la del Aidan de sus recuerdos.

El contraste era demasiado claro, y hasta abrumadoramente obvio. Mientras que el Aidan en sus recuerdos era un niño entusiasta, lleno de ambiciones y sueños, igual al resto de ellos; el Aidan al que ahora se encontraba dirigiendo sus ojos, parecía más vacío y abatido.

Ella conocía a la perfección las cosas por las que él había pasado, y en cierta forma encontraba explicaciones para su actual comportamiento. Pero no lo justificaba. Por más que todas las mañanas lo intentaba, no encontraba la forma de justificar que hiciera lo que hacía.

Probablemente, pensaba, la única forma de descubrir justificaciones para sus actos, sería haberle preguntado a tiempo. O en ese mismo momento. Pero le era imposible formular las preguntas que tenía. Nunca había podido. Quizás por miedo, quizás por cobardía.

Temiendo que pudiera perderle si lo hacía. Temiendo que al hacerlo, le obligara a ver algo que no quisiera, y que eso lo llenara de tanto rencor hacia ella, que tuviera que alejarse para siempre. Sabía que eso era posible. Al fin y al cabo, era lo que había sucedido con los otros. Demasiadas preguntas, habían conducido a todos a afrontar cosas para las que no estaban listos.

-Aidan- dijo ella, con la vista clavada de nuevo en el suelo, pues sabía que si llamaba su atención, él voltearía a verle. -¿Algunas vez te has preguntado por qué aun somos amigos?-

Esa era, probablemente, la única pregunta que había logrado pasar todos los filtros en su mente. La única que, posiblemente, no iba a disparar ninguna reacción de la que ambos pudieran arrepentirse. O al menos, era la que tenía el menor riesgo de causarlas.

 Durante varios pasos más, él no dijo nada. Y finalmente la preocupación por su silencio, obligó a Lina a levantar la vista y mirarle. Sólo para encontrarlo con la vista clava en el piso, al igual que ella miraba el suelo todos los días.

Sin darle tiempo a girar o bajar la vista, él levantó la cabeza y le miró directamente a los ojos. Durante unos segundos, ella notó, o creyó notar, miedo en su expresión. Sin embargo, si hubo temor, éste pronto había sido reemplazado con una amable sonrisa.

-¿Por qué sino tendría que comprar un despertador en serio?- bromeó riendo. Recordándole por un instante al antiguo Aidan, no tomándose nada muy en serio, y contagiándole su risa.

Estaba a punto de recriminarle el chiste, de quejarse amigablemente de que no se tomara el tiempo de responder en serio. Incluso había comenzado a abrir la boca para hablar, pero se detuvo. Demasiado tiempo pensando la pregunta correcta, había consumido todo el tiempo que tenían para la caminata.

Habían llegado, igual que todas las mañanas, a la escalinata de la universidad. Para lo que, probablemente, sería otro tedioso día de estudios. Igual que siempre, no lo volvería a ver hasta el día siguiente, pues nunca se encontraban a la salida. Y probablemente, para la mañana siguiente él habría olvidado su pregunta. Y ella, igual que siempre, fingiría que nada había sucedido. Y ambos, volverían a caminar en silencio. Inconscientemente. Como probablemente lo harían todos los días.

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jueves, 13 de mayo de 2010

Lectores BETA

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Si bien aun no tengo pensado muy bien cómo lo haría, busco gente que se ofrezca para cubrir los dos puestos de BETA Readers que necesito para mi escrito Borderline.

¿Qué es un BETA Reader? Son personas que leen las publicaciones con anticipación, previo a la publicación, y juzgan lo que leen. Basicamente, me dirían si lo que escribo está bien, o si hay alguna idea, situación, etc, que sería mejor cambiar, borrar, eliminar, modificar, etcétera.

Sólo necesito dos, y sólo para Borderline. Interesados, favor de contactarse conmigo de alguna forma. (Ustedes saben cómo ubicarme, y sino saben, no son de la suficiente confianza como para ser mis BETA Readers ;3)

Tengan en cuenta que, quienes se ofrezcan, si bien no es un trabajo (obviamente), van a tener que ser relativamente responsables con sus devoluciones. ¿Ok?

Una vez que vea quiénes son, arreglaremos cómo les haré llegar las cosas =3

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sábado, 8 de mayo de 2010

Borderline. Capítulo 2

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Capítulo 2: Melodías.

Estaba a punto de tomar el picaporte y abrir la puerta. Sabía que ella se encontraba en el interior de su despacho, porque podía escuchar el débil rastro de sus movimientos conforme recorría el lugar. Sin embargo, detuvo sus intenciones cuando una delicada música comenzó a emanar a través de la puerta, y con ella, la suave voz de Corrine Bailey Rae comenzó a inundar el entorno.

Con mucho cuidado, y haciendo máximo uso de sus habilidades, abrió la puerta lentamente. Al hacerlo, el sonido de la melodía se intensificó. No teniendo nada que la detuviera, ésta se movía por el aire tratando de llegar tan lejos como le fuera posible. Él, por su parte, había colado en el interior de la sala su cabeza, y se encontraba haciendo lo mismo con el resto de su cuerpo, cuando una peculiar visión atrapó su mirada.

Delante de él, dándole la espalda, Abby acababa de soltarse el cabello, mientras miraba fijamente un gran lienzo que tenía delante. Delicadamente, estiró uno de sus frágiles brazos, y sin prestar atención a lo que hacía, tomó el primer pincel que pudo tomar. Contoneando suavemente su cuerpo al compás de la música, mojó el pincel en una gran lata de pintura, y luego comenzó a esparcir algo de azul celeste sobre el lienzo. Disfrutando de cada pincelada, como si fuera la más importante.

Primero para sus adentros, luego de manera explícita en su rostro, Chris se encontró a sí mismo, dibujando una amplia sonrisa con sus labios. Mientras miraba con detenimiento cada uno de los gráciles movimientos de ella. Incluso a pesar de poder verle de frente, era capaz de saber que ella se encontraba susurrando la letra de la canción conforme ésta avanzaba.

Poco a poco, sus susurros se volvieron más fuertes para él. Ganándole lentamente a la voz de Corrine, y reemplazándola en el interior de su mente. Su mirada se había visto atrapada por la increíblemente íntima escena que estaba presenciando. No se suponía que él estuviese allí en ese momento, ni siquiera se suponía que estuviera en el despacho de ella.

Ambos trabajaban en departamentos completamente opuestos en la Universidad. Y las veces, pocas veces, que alguna vez había cruzado diálogo, había sido con otras persona de por medio. Y jamás habían sido conversaciones realmente memorables, o que siquiera merecieran ser recordadas. La mayoría solo trataban de los problemas económicos de la Universidad, y de los temores de profesores y asistentes de que cerraran tal o cual departamento. Pero aun así, él recordaba todas y cada una de esas conversaciones. Todas.

Ajena a él, a su presencia en el salón, a su intromisión, Abby continuaba cantando para ella la letra de esa canción que tanto adoraba. Tal y como la canción le decía, ella había soltado su cabello, y moviéndose con delicada gracia, transmitía toda esa energía que la canción le daba a través de su brazo. Directo a su mano, y de allí, al lienzo, a través del pincel de turno.

Cada segundo pasó detrás del otro, y pronto, la dulce melodía de Put your records on, la delicada voz de Corrine, y los movimientos de Abby se detuvieron. Habían sido sólo algunos minutos, pero habían parecido una larga y placentera eternidad para ambos. Él, había tenido el placer de ver algo más de ella. Y ella, había logrado dar alguna pinceladas del cielo de su pintura. No muchas, pero suficientes para los tres minutos que había pasado.

El sólido silencio en que la sala se había sumergido ahora, golpeó a Chris y le obligó a regresar a la realidad de manera algo demasiado súbita. Y muy contra su voluntad, se obligó a borrar la gigante sonrisa que había dibujado antes en su rostro. Aunque sólo consiguió reducirla. Tratando de parecer lo más natural que su cuerpo le permitía, aprovechó el silencio para aclarar su garganta y llamar la atención de ella.

Quien, obviamente, se giró sobre sí misma con más temor que sorpresa. Era obvio que ella no tenía ni idea de cuánto tiempo había estado él allí, ni de cuanto había visto. Y el aparente temor de que él pudiera haber visto de más, era evidente a los ojos de Chris.

-Lo siento. Golpeé pero la música debió haber ahogado el sonido.- se disculpó él. Aprovechando para finalmente cerrar la puerta que aun sostenía abierta. –Afortunadamente la canción terminó justo antes de que gritara. Odio gritar.- señaló él caminando hacia el escritorio.

El rastro de temor en el rostro de Abby se había intensificado luego de que él dijera que se había tomado el atrevimiento de entrar sin que le dieran permiso, lo que lo había obligado a mentirle. A intentar de alguna forma, darle a entender que no llevaba tanto tiempo allí cómo ella temía. Y al parecer había surtido efecto, pues pudo ver que su rostro se había relajado.

Ella permanecía en silencio, claramente confundida  de que él se encontrara en su despacho. –Supongo que Gregory ya le ha puesto al tanto del trabajo que tiene planeado para ambos, ¿verdad?- dijo entonces, intentando explicar su presencia en el lugar.

Luego de algunos segundos, que él asumió como un tiempo que ella había utilizado para tratar de recordar a qué podía estar refiriéndose él, asintió y tomó asiento. Invitándolo a hacer lo mismo. –Sí, balbuceó algo ésta mañana cuando lo crucé en los pasillos. Pero no alcanzó a darme ningún detalle.-

-Ya veo- dijo Chris algo confundido por eso, pues Greg nunca había sido una persona que diera anuncios así por la mitad –Bueno, entonces yo se los daré.-

Nuevamente había dejado que su sonrisa creciera, pero ya no le molestaba. Que sonriera en ese momento no iba a delatarle de nada. No era como si ella le conociera tanto como para ser capaz de leer su rostro tan fácilmente. Nadie podía.

 

+-+-+-+

 

Quizás por culpa del brillo del sol, o quizás por la hora, sus ojos comenzaron a abrirse muy lentamente.  Con cuidado, abrió ambos parpados, y dejó que la luz se clavara directamente en sus corneas. Un débil y punzante dolor en su cabeza, le decía que la noche anterior había bebido demasiado. Aunque aun no lograba recordar nada.

Durante algunos segundos, su propio techo le pareció ajeno. Como si no fuera su propio techo. Ese techo claro que miraba con detenimiento todas las mañanas al despertar. Y pronto comprendió porqué sentía eso, y se debía, probablemente, a que no era su techo.

De alguna forma, ella había terminado en la casa de otra persona. Y por lo que pudo suponer con la poca visión que tenía recostada en la cama, era la habitación principal. O la casa de algún desquiciado que tenía camas anchas en el cuarto de invitados. Trataba de recordar, pero sólo conseguía que débiles imágenes llegaran a su mente. Además, su jaqueca no ayudaba, y la confusión sólo aumentaba la latente sensación de temor que comenzaba a crecer en su interior.

Alguien había encendido música en otra habitación de la casa, y pronto, la suave melodía del jazz llegó a los oídos de Abby. Con un movimiento rápido, levantó el torso y recargó todo el peso de su cuerpo sobre sus codos. Clavando la vista directamente en el frente. No tenía idea de dónde estaba, y cada vez que trataba de recordar la noche anterior, sólo lograba ver imágenes sueltas de ella saliendo de la Universidad rumbo a un bar para ver a alguien; llegando al bar en cuestión; saludando a alguien… un hombre; y luego nada. Negro. Vacío.

-Ya era hora de que despertaras- dijo una voz que le era atemorizantemente familiar, justo a su izquierda. Había reconocido de inmediato esa voz algo ronca, y deseaba más que nada que su mente le estuviera jugando una broma pesada. Su cuello se endureció, quitándole toda posibilidad de girar la cabeza para corroborar sus temores. Una parte de ella quería que eso fuera cierto, lo había querido durante mucho tiempo, pero no de esa forma. Algo en todo eso parecía extremadamente erróneo.

Lentamente, forzó su cuello a permitirle girar la cabeza, y al verlo en la puerta, apoyado en el marco, su respiración se detuvo. ¿Cómo rayos había llegado a esa embarazosa situación? ¿Cómo rayos había llegado a cometer un error tan bajo como ese? ¿Cómo rayos había terminado en la casa de Chris, sin siquiera recordarlo?

La alegre sonrisa en el rostro de él pronto desapareció, y fue reemplazada por un semblante más serio y preocupado. -¿Estás bien?- preguntó aun desde la puerta, aunque Abby podía ver muy claramente su deseo de entrar y acercarse.

“Eso es una buena señal…” pensó ella entonces, intentando poder tranquilizarse y respirar de nuevo “¿Verdad?”. Después de todo, si él no se acercaba, era porque nada había pasado. De haber sucedido algo la noche anterior, él habría caminado hasta ella con más confianza. O incluso habría amanecido abrazada a él, o algo así. Pero no era el caso.

Sabía que era mentira, sabía que no era verdad ni una sola letra, pero aun así no pudo evitar responder lo que respondió. –Sí, estoy bien…- dijo evitando cómo podía su mirada. Su voz sonaba confusa, mareada y completamente repleta de temor, y no intentó ocultarlo.

La sonrisa alegre de pronto volvió al rostro de él, según ella pudo ver en una rápida mirada que le dirigió, procurando con especial cuidado no cruzarse con sus ojos. –Tus zapatos están de éste lado de la cama- dijo él, señalando el lado opuesto al que ella se encontraba, antes de dar media vuelta y alejarse.

Fue entonces, cuando ella se percató de que aun se encontraba completamente vestida. Desde las medias, hasta la camisa, pasando por todo lo demás, estaba exactamente dónde ella lo había puesto la mañana anterior. Sólo sus zapatos faltaban, aunque él ya le había dicho dónde estaban.

Su pecho había comenzado a dolerle por aguantar la respiración, lo que finalmente le obligó a reanudar su correcta frecuencia. Aliviada. Durante mucho tiempo había querido que algo sucediera, pero no de esa forma, y saber que nada había sucedido, llenaba su cabeza de tranquilidad.

Con las botas de nuevo en su lugar, salió de la pequeña habitación de Chris, y trató de orientarse para buscar la escalera y bajar al piso inferior. Dónde la música de jazz era más fuerte y sólida. No conocía la música que estaba escuchando, y nunca hubiera supuesto que él pudiera escuchar ese tipo de música tan relajada y poco estruendosa. Pues siempre había pensado que era más del tipo de hombres que escuchaban cosas más aceleradas.

Poco le costó encontrar la cocina, pues la casa era bastante intuitiva y fácil de seguir por alguna razón. Al entrar, se encontró con él, aparentemente preparando el almuerzo ya. Había dormido demasiado. Estaba a punto de preguntar qué había pasado, qué hacía allí, cómo había llegado, cuando su voz la detuvo.

-Te quedaste dormida- respondió él a las preguntas que ella aun no había emitido. Él no le miraba, en cambio, mantenía los ojos fijos en las diferentes verduras que tenía delante conforme las cortaba con rapidez y evidente práctica. –No sé dónde vives, así que te traje aquí-

La jaqueca no le dejaba pensar claramente, y aunque él acaba de responder a sus preguntas, eso sólo había hecho que nuevas aparecieran en su mente. Parpadeó varias veces, tratando de organizar sus pensamientos e intentando que su jaqueca desapareciera, antes de abrir la boca para hablar y verse interrumpida de nuevo.

-El trabajo- respondió él, de nuevo anticipándose a sus preguntas –La idea era hablar del trabajo, pero en cambio terminamos bebiendo más de la cuenta-

Ésta vez pudo notar cierto resentimiento sus palabras. Algo que nunca antes había visto en él. Aunque claro, tampoco le conocía tanto. Por un segundo, pensó en decir algo al respecto, pero prefirió guardarse sus pensamientos para él. Quería saber a qué se debía ese resentimiento, pero preguntar sólo iba a lograr que él se desquitara con él. Temía haber cometido algún error, pero si no era al caso, preguntar sin tacto, no era una buena idea.

Ella no pensaba hablar, ni decir nada, pero aun así, que él comenzara a hablar de nuevo se sintió como una interrupción. –Si quieres, puedes quedarte a almorzar- dijo mientras ella perdía la vista en la mesa de la cocina. Que había sido cuidadosamente preparada para un almuerzo para dos.

Sólo un poco, entrecerró los ojos, ante la evidente intención de él de que ella se quedara. Una delicada media sonrisa se dibujó en su rostro, y entonces una curiosa idea apareció en su mente. –Podríamos finalmente hablar del trabajo…- sugirió ella, retornando la vista a él, sólo para encontrar sus ojos posados en ella, y una leve sonrisa en su rostro.

La música se detuvo, y una nueva melodía tomó su lugar. Una más lenta, más delicada, más tranquila. Y, extrañamente, más romántica. Quizás no porque lo fuera realmente, sino porque así era como ella la escuchaba.

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viernes, 7 de mayo de 2010

Carátulas

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Porque desde siempre, los libros han tenido bellas portadas que los ilustraban. Costumbre, que luego se trasladaría al cine. Con todos esos bellos posters. Gigantografías que ilustraban un poco de la película, su idea, e insitaban a todos a verlas.

Eso hice hoy: posters. Posters para cada una de mis actuales historias. Y hago ésta entrada para "mostrárselos".

Primero, comencemos por la más vieja. Éste, es el poster que hice para "1 + 1 = 1":




One Plus One by ~xiaolindashi on deviantART


Éstos dos, son los posters que hice para "Borderline". Uno desde el punto de vista de él, y el otro del de ella. Cabe aclarar, que hay otra pareja más en la historia que aun no ha aparecido, y por ende, no mostraré sus respectivos posters aun (aguántense ;D)




Borderline by ~xiaolindashi on deviantART


Borderline 2 by ~xiaolindashi on deviantART


Y éste último, es el primer poster promocional de un fic en el que comencé a trabajar recientemente, y que me llevará bastante tiempo de producción. El mismo, estará basado en Xiaolin Showdown, y será el primer fic que haga de manera bilingüe. Lo que significa doble (o quizás más) esfuerzo.




Xiaolin Showdown Poster by ~xiaolindashi on deviantART
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sábado, 1 de mayo de 2010

Halo, una despedida

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halo.
(Del lat. halos, y este del gr. ἅλως).

1. m. Meteoro luminoso consistente en un cerco de colores pálidos que suele aparecer alrededor de los discos del Sol y de la Luna.

2. m. Círculo de luz difusa en torno de un cuerpo luminoso.


Podríamos también llamarlo rastro, entonces.

Hace ya más de dos años, en mis usuales saltos al azar por Google, mi búsqueda de diversión me llevó a un humilde foro llamado Alohomora. En él, comencé a introducirme lentamente en lo que era el basto mundo del rol por foro.

Llevando a cabo un de las cosas que más amaba hacer, escribir, comencé a interactuar con muchas personas. Y no fue hasta que algunos meses se sucedieron, que decidí crear Olimpya. Mi primer foro. En él, volqué todo lo que sabía acerca del rol, y en él crecí cómo admin.

Desde aquellos primeros y temerosos pasos de un primerizo en la idea del rol, decenas de historias fueron escritas gracias a mi, y a quienes roleaban conmigo. Cientos de emociones y escenas fueron esplayadas en esos mágicos e inventados territorios que nuestros personajes recorrían. Afrontamos problemas. Caímos varias veces. Pero siempre encontramos la forma de volver a pararnos y continuar escribiendo esas historias que tanto nos divertía seguir.

Muchos desaparecieron en el tiempo, y jamás volvimos a saber de ellos. Y ahora es tiempo de que yo también desaparezca. Sólo que yo sí tengo la delicadeza de decirlo, avisarlo, comunicarlo.

Me retiro. Mi etapa como roler ha terminado. Y con ella, mis personajes quedarán para siempre congelados en las delicadas memorias de nuestras mentes.

Gracias. Gracias por las incontables horas de diversión que me hicieron pasar. Por las risas. Por la experiencia. Por estar ahí cada vez que uno de mis foros caía, o para sugerir algo nuevo para la historia. Gracias por no ignorar mis pies cuando roleabamos, y continuar escribiendo desde donde quieran que estén.

Quizás algún día, las ganas de escribir me llevarán de nuevo a los foros de rol. No lo sé. Pero si llegara a suceder, sepan que serán las primeras personas en enterarse.

De nuevo, gracias, y adiós.

P.D: Que me retire del rol, no significa que dejaré de molestarlos en los foros. Además, saben cómo contactarme. Y siempre pueden pasarse por aquí para leerme ;D

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