jueves, 20 de mayo de 2010

Borderline. Capítulo 3

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Acá les traigo el tercer capítulo de éste escrito. Van a encontrar algunas sorpresas en él, pero seguro les gustan.

Quería agradecer especialmente a mis dos Lectoras BETA (ustedes saben quiénes son ;D) porque me ayudaron por primera vez con la historia, y ambas hicieron muy buen trabajo. Gracias =3

Próximo capítulo, en algunos días. Voy a tratar de escribir más, y, por única vez, darle varios capítulos a mis BETAs, así tengo capítulos para ir subiendo sin depender de sus devoluciones que, dios no quiera, un día surge un problema y nos quedamos estancados jajaja. Así que, voy a demorar algo más de tiempo en traerles el próximo capítulo de Borderline. Igual, no se preocupen. Seguro en el entretiempo traigo algo de 1+1=1 =D



Capítulo 3: Posiblemente rutinario.

Toc Toc. El sonido de alguien golpeando la puerta inundaba la habitación en la que dormía. Toc Toc Toc. De nuevo, los golpes se abrían paso por los pasillos de la casa, y llegaban a sus oídos. Toc Toc Toc Toc. Quien quiera que estuviera golpeando comenzaba a desesperarse, pues comenzaba a golpear más seguido que antes. Y, además, el sonido había cambiado, como si ahora estuvieran golpeando con el puño cerrado en vez de los nudillos. Toc Toc.

Ya no tenía sentido seguir dormido, y no podía fingir que lo estaba. Ella jamás creería eso. Y, de hacerlo, sólo seguiría golpeando la puerta hasta que él le dijera que se detuviera. Todas las mañanas hacía exactamente lo mismo, y por molesto que fuera, en cierto punto agradecía que siguiera haciéndolo a pesar de todo.

En cuanto sus ojos se abrieron, el punzante dolor de la jaqueca abordó por completo su cabeza. Doliéndole particularmente en la frente, y detrás de los ojos. –Maldita resaca…- murmuró sentándose en el borde de la cama, y sosteniéndose la cabeza con ambas manos.

Dentro de su mente, cientos de imágenes se agolpaban, e impedían sus intentos de pensar claramente en lo que había sucedido la noche anterior. Veía gente, algunas personas que ni siquiera conocía, otras que sí; lugares, al menos tres diferentes bares; y escuchaba música. Mucha música. No podía recordar exactamente qué había hecho, pero estaba seguro de que había salido toda la noche. De nuevo. Eso era más que obvio.

Toc Toc. De nuevo los golpes retumbaron en su cabeza como martillos que asedian el metal sobre un yunque. –Ya voy… Ya voy…- murmuró, intentando que eso bastara para acallarla de una vez por todas. Ya estaba despierto, ¿no podía acaso dejar de golpear la maldita puerta de una vez? Toc Toc. Por supuesto que no. Él estaba despierto, pero ella no tenía forma de saberlo. E igual que todas las mañanas, iba a golpear hasta que él diera señales de vida de nuevo.

-¡Aidan!-

Probablemente ya se había cansado de golpear la puerta con ambas manos, e igual que siempre, había optado por gritarle tan fuerte como podía. No le importaba despertar a los vecinos. Nunca le importaba.

Luego de algunos segundos más de silencio, un fuerte ensordecedor golpe estremeció las paredes de la casa. Algo sorprendido, Aidan se puso finalmente de pie y comenzó a caminar lentamente hacia la puerta de entrada. Aun estaba vestido como cuando había llegado, así que simplemente tomó su bolso antes de dejar su cuarto, y continuó su trayectoria.

Probablemente estaba despeinado, aunque realmente no le importaba. Probablemente se veían en su rostro los estragos de la noche de fiesta que había vivido, pero tampoco le importaba. De hecho, si todo eso generaba alguna reacción en él, era orgullo. Orgullo de poder pavonear delante de todos, que no había pasado la noche durmiendo precisamente.

Tampoco se había molestado en tomar algo que pudiera servirle de desayuno. Simplemente llegó a la puerta, y entendió qué había causado el último gran estruendo. Justo delante de él, ella, puntual como siempre, se encontraba apoyada contra la baranda del balcón, frotándose el pie.

-Es la última vez que patearé tu puerta- le dijo sin mirarle, inyectando tanta reprensión como le era posible.

-Sabes que no es verdad- objetó él, cerrando la puerta y acercándose a ella esperando comenzar con su caminata de todos los días.

Realmente no entendía porque aun ella insistía tanto con él. Es decir, había renunciado a todos los demás mucho tiempo atrás. Pero aun así, estaba agradecido de que no lo hubiera hecho. Eran mejores amigos, y eran los únicos que aun respetaban aquél pacto que los seis había hecho cuando pequeños. También eran muy diferentes uno del otro, a pesar de compartir tantas cosas. E incluso estaban en bandos opuestos en muchas de las discusiones en las que alguna vez habían participado. Sin embargo, Lina era todo lo que tenía. O, al menos, lo más importante.

-¿Lista? ¿O necesitas más tiempo?- preguntó él, casi con sorna viendo como ella dejaba de frotarse el pie y lo devolvía al suelo.

-Lista- respondió ella aun enojada. Tomó su mochila, y al levantar la cabeza para verle, no pudo evitar sonreír de una manera que él conocía a la perfección. No era más que satisfacción. Probablemente, porque había conseguido sacarlo de la casa a tiempo. De nuevo. Igual que siempre.

 

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Llevaba los libros sobre el pecho, sosteniéndolos con los brazos cruzados. Probablemente hubiera agradecido que él los llevara por ella, pero sabía que eso no iba a suceder pronto. Algunos años atrás probablemente lo hubiera hecho, incluso si ella se lo pedía, pero ya no más.

Recorriendo el mismo camino de todos los días, esas calles que ya ambos conocían de memoria, no necesitaba pensar en dónde debía poner el siguiente pie. Simplemente caminaba, pues sabía que sus pies, inconscientemente, la llevarían a dónde debía ir. Probablemente por eso, y dado que nunca conversaban mucho en su trayecto, ella dedicaba esos minutos a pensar.

Cuidadosamente, giró la cabeza, y dirigió su mirada directo a Aidan, quien caminaba a su lado. Desarreglado, adormilado, algo torpe para caminar. Obviamente había pasado la noche fuera otra vez. Como siempre, Aidan no se daba cuenta que sus ojos estaban posados sobre el de nuevo. Nunca lo hacía. Y lentamente, su mirada regresó al frente de nuevo.

Sus brazos se aferraron con más fuerza alrededor de los libros y carpetas que debía llevar fuera de la mochila por culpa del poco espacio de ésta. En realidad la mochila era bastante grande, y pesada, el problema era que ella llevaba demasiados libros todos los días. O, quizás, probablemente el problema era que nadie pedía ayudarle a llevarlos.

-Cuidado-

El sonido de la voz de Aidan removió su mente del estado absorto el que se encontraba. Al tiempo que se llenaba de sorpresa al ver que él la estaba deteniendo con su brazo, impidiéndole avanzar. Lina levantó la vista, y miró a ambos lados, intentando entender qué sucedía. Porqué él la estaba deteniendo. Porqué, al contrario de todos los días, había pronunciado palabra alguna. Y al ver los autos pasar delante de ella, comprendió que había estado cerca de cruzar sin prestar atención.

Luego de eso, ninguno volvió a decir nada por varios minutos. Simplemente caminaron absortos su camino de todos los días, sin realmente ser conscientes de por dónde caminaban. Igual que cada mañana, ambos caminaban separadamente.

Cada paso que daba, implicaba la aparición de un nuevo pensamiento en su mente. Una nueva pregunta sin respuesta. Algunas de esas dudas, eran más bien tontas y realmente no merecían tiempo para ser tratadas apropiadamente. Otras, en cambio, realmente eran preguntas importantes que, probablemente, merecían día enteros para ser resueltas. Aun así, ella sólo les otorgaría los últimos minutos de la caminata. Igual que siempre.

De nuevo levantó la vista, y la dirigió a Aidan. Automáticamente, la visión de ese muchacho desarreglado, que caminaba a su lado en silencio y con la torpeza de alguien que no ha dormido lo adecuado, se vio en comparación con la del Aidan de sus recuerdos.

El contraste era demasiado claro, y hasta abrumadoramente obvio. Mientras que el Aidan en sus recuerdos era un niño entusiasta, lleno de ambiciones y sueños, igual al resto de ellos; el Aidan al que ahora se encontraba dirigiendo sus ojos, parecía más vacío y abatido.

Ella conocía a la perfección las cosas por las que él había pasado, y en cierta forma encontraba explicaciones para su actual comportamiento. Pero no lo justificaba. Por más que todas las mañanas lo intentaba, no encontraba la forma de justificar que hiciera lo que hacía.

Probablemente, pensaba, la única forma de descubrir justificaciones para sus actos, sería haberle preguntado a tiempo. O en ese mismo momento. Pero le era imposible formular las preguntas que tenía. Nunca había podido. Quizás por miedo, quizás por cobardía.

Temiendo que pudiera perderle si lo hacía. Temiendo que al hacerlo, le obligara a ver algo que no quisiera, y que eso lo llenara de tanto rencor hacia ella, que tuviera que alejarse para siempre. Sabía que eso era posible. Al fin y al cabo, era lo que había sucedido con los otros. Demasiadas preguntas, habían conducido a todos a afrontar cosas para las que no estaban listos.

-Aidan- dijo ella, con la vista clavada de nuevo en el suelo, pues sabía que si llamaba su atención, él voltearía a verle. -¿Algunas vez te has preguntado por qué aun somos amigos?-

Esa era, probablemente, la única pregunta que había logrado pasar todos los filtros en su mente. La única que, posiblemente, no iba a disparar ninguna reacción de la que ambos pudieran arrepentirse. O al menos, era la que tenía el menor riesgo de causarlas.

 Durante varios pasos más, él no dijo nada. Y finalmente la preocupación por su silencio, obligó a Lina a levantar la vista y mirarle. Sólo para encontrarlo con la vista clava en el piso, al igual que ella miraba el suelo todos los días.

Sin darle tiempo a girar o bajar la vista, él levantó la cabeza y le miró directamente a los ojos. Durante unos segundos, ella notó, o creyó notar, miedo en su expresión. Sin embargo, si hubo temor, éste pronto había sido reemplazado con una amable sonrisa.

-¿Por qué sino tendría que comprar un despertador en serio?- bromeó riendo. Recordándole por un instante al antiguo Aidan, no tomándose nada muy en serio, y contagiándole su risa.

Estaba a punto de recriminarle el chiste, de quejarse amigablemente de que no se tomara el tiempo de responder en serio. Incluso había comenzado a abrir la boca para hablar, pero se detuvo. Demasiado tiempo pensando la pregunta correcta, había consumido todo el tiempo que tenían para la caminata.

Habían llegado, igual que todas las mañanas, a la escalinata de la universidad. Para lo que, probablemente, sería otro tedioso día de estudios. Igual que siempre, no lo volvería a ver hasta el día siguiente, pues nunca se encontraban a la salida. Y probablemente, para la mañana siguiente él habría olvidado su pregunta. Y ella, igual que siempre, fingiría que nada había sucedido. Y ambos, volverían a caminar en silencio. Inconscientemente. Como probablemente lo harían todos los días.

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jueves, 13 de mayo de 2010

Lectores BETA

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Si bien aun no tengo pensado muy bien cómo lo haría, busco gente que se ofrezca para cubrir los dos puestos de BETA Readers que necesito para mi escrito Borderline.

¿Qué es un BETA Reader? Son personas que leen las publicaciones con anticipación, previo a la publicación, y juzgan lo que leen. Basicamente, me dirían si lo que escribo está bien, o si hay alguna idea, situación, etc, que sería mejor cambiar, borrar, eliminar, modificar, etcétera.

Sólo necesito dos, y sólo para Borderline. Interesados, favor de contactarse conmigo de alguna forma. (Ustedes saben cómo ubicarme, y sino saben, no son de la suficiente confianza como para ser mis BETA Readers ;3)

Tengan en cuenta que, quienes se ofrezcan, si bien no es un trabajo (obviamente), van a tener que ser relativamente responsables con sus devoluciones. ¿Ok?

Una vez que vea quiénes son, arreglaremos cómo les haré llegar las cosas =3

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sábado, 8 de mayo de 2010

Borderline. Capítulo 2

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Capítulo 2: Melodías.

Estaba a punto de tomar el picaporte y abrir la puerta. Sabía que ella se encontraba en el interior de su despacho, porque podía escuchar el débil rastro de sus movimientos conforme recorría el lugar. Sin embargo, detuvo sus intenciones cuando una delicada música comenzó a emanar a través de la puerta, y con ella, la suave voz de Corrine Bailey Rae comenzó a inundar el entorno.

Con mucho cuidado, y haciendo máximo uso de sus habilidades, abrió la puerta lentamente. Al hacerlo, el sonido de la melodía se intensificó. No teniendo nada que la detuviera, ésta se movía por el aire tratando de llegar tan lejos como le fuera posible. Él, por su parte, había colado en el interior de la sala su cabeza, y se encontraba haciendo lo mismo con el resto de su cuerpo, cuando una peculiar visión atrapó su mirada.

Delante de él, dándole la espalda, Abby acababa de soltarse el cabello, mientras miraba fijamente un gran lienzo que tenía delante. Delicadamente, estiró uno de sus frágiles brazos, y sin prestar atención a lo que hacía, tomó el primer pincel que pudo tomar. Contoneando suavemente su cuerpo al compás de la música, mojó el pincel en una gran lata de pintura, y luego comenzó a esparcir algo de azul celeste sobre el lienzo. Disfrutando de cada pincelada, como si fuera la más importante.

Primero para sus adentros, luego de manera explícita en su rostro, Chris se encontró a sí mismo, dibujando una amplia sonrisa con sus labios. Mientras miraba con detenimiento cada uno de los gráciles movimientos de ella. Incluso a pesar de poder verle de frente, era capaz de saber que ella se encontraba susurrando la letra de la canción conforme ésta avanzaba.

Poco a poco, sus susurros se volvieron más fuertes para él. Ganándole lentamente a la voz de Corrine, y reemplazándola en el interior de su mente. Su mirada se había visto atrapada por la increíblemente íntima escena que estaba presenciando. No se suponía que él estuviese allí en ese momento, ni siquiera se suponía que estuviera en el despacho de ella.

Ambos trabajaban en departamentos completamente opuestos en la Universidad. Y las veces, pocas veces, que alguna vez había cruzado diálogo, había sido con otras persona de por medio. Y jamás habían sido conversaciones realmente memorables, o que siquiera merecieran ser recordadas. La mayoría solo trataban de los problemas económicos de la Universidad, y de los temores de profesores y asistentes de que cerraran tal o cual departamento. Pero aun así, él recordaba todas y cada una de esas conversaciones. Todas.

Ajena a él, a su presencia en el salón, a su intromisión, Abby continuaba cantando para ella la letra de esa canción que tanto adoraba. Tal y como la canción le decía, ella había soltado su cabello, y moviéndose con delicada gracia, transmitía toda esa energía que la canción le daba a través de su brazo. Directo a su mano, y de allí, al lienzo, a través del pincel de turno.

Cada segundo pasó detrás del otro, y pronto, la dulce melodía de Put your records on, la delicada voz de Corrine, y los movimientos de Abby se detuvieron. Habían sido sólo algunos minutos, pero habían parecido una larga y placentera eternidad para ambos. Él, había tenido el placer de ver algo más de ella. Y ella, había logrado dar alguna pinceladas del cielo de su pintura. No muchas, pero suficientes para los tres minutos que había pasado.

El sólido silencio en que la sala se había sumergido ahora, golpeó a Chris y le obligó a regresar a la realidad de manera algo demasiado súbita. Y muy contra su voluntad, se obligó a borrar la gigante sonrisa que había dibujado antes en su rostro. Aunque sólo consiguió reducirla. Tratando de parecer lo más natural que su cuerpo le permitía, aprovechó el silencio para aclarar su garganta y llamar la atención de ella.

Quien, obviamente, se giró sobre sí misma con más temor que sorpresa. Era obvio que ella no tenía ni idea de cuánto tiempo había estado él allí, ni de cuanto había visto. Y el aparente temor de que él pudiera haber visto de más, era evidente a los ojos de Chris.

-Lo siento. Golpeé pero la música debió haber ahogado el sonido.- se disculpó él. Aprovechando para finalmente cerrar la puerta que aun sostenía abierta. –Afortunadamente la canción terminó justo antes de que gritara. Odio gritar.- señaló él caminando hacia el escritorio.

El rastro de temor en el rostro de Abby se había intensificado luego de que él dijera que se había tomado el atrevimiento de entrar sin que le dieran permiso, lo que lo había obligado a mentirle. A intentar de alguna forma, darle a entender que no llevaba tanto tiempo allí cómo ella temía. Y al parecer había surtido efecto, pues pudo ver que su rostro se había relajado.

Ella permanecía en silencio, claramente confundida  de que él se encontrara en su despacho. –Supongo que Gregory ya le ha puesto al tanto del trabajo que tiene planeado para ambos, ¿verdad?- dijo entonces, intentando explicar su presencia en el lugar.

Luego de algunos segundos, que él asumió como un tiempo que ella había utilizado para tratar de recordar a qué podía estar refiriéndose él, asintió y tomó asiento. Invitándolo a hacer lo mismo. –Sí, balbuceó algo ésta mañana cuando lo crucé en los pasillos. Pero no alcanzó a darme ningún detalle.-

-Ya veo- dijo Chris algo confundido por eso, pues Greg nunca había sido una persona que diera anuncios así por la mitad –Bueno, entonces yo se los daré.-

Nuevamente había dejado que su sonrisa creciera, pero ya no le molestaba. Que sonriera en ese momento no iba a delatarle de nada. No era como si ella le conociera tanto como para ser capaz de leer su rostro tan fácilmente. Nadie podía.

 

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Quizás por culpa del brillo del sol, o quizás por la hora, sus ojos comenzaron a abrirse muy lentamente.  Con cuidado, abrió ambos parpados, y dejó que la luz se clavara directamente en sus corneas. Un débil y punzante dolor en su cabeza, le decía que la noche anterior había bebido demasiado. Aunque aun no lograba recordar nada.

Durante algunos segundos, su propio techo le pareció ajeno. Como si no fuera su propio techo. Ese techo claro que miraba con detenimiento todas las mañanas al despertar. Y pronto comprendió porqué sentía eso, y se debía, probablemente, a que no era su techo.

De alguna forma, ella había terminado en la casa de otra persona. Y por lo que pudo suponer con la poca visión que tenía recostada en la cama, era la habitación principal. O la casa de algún desquiciado que tenía camas anchas en el cuarto de invitados. Trataba de recordar, pero sólo conseguía que débiles imágenes llegaran a su mente. Además, su jaqueca no ayudaba, y la confusión sólo aumentaba la latente sensación de temor que comenzaba a crecer en su interior.

Alguien había encendido música en otra habitación de la casa, y pronto, la suave melodía del jazz llegó a los oídos de Abby. Con un movimiento rápido, levantó el torso y recargó todo el peso de su cuerpo sobre sus codos. Clavando la vista directamente en el frente. No tenía idea de dónde estaba, y cada vez que trataba de recordar la noche anterior, sólo lograba ver imágenes sueltas de ella saliendo de la Universidad rumbo a un bar para ver a alguien; llegando al bar en cuestión; saludando a alguien… un hombre; y luego nada. Negro. Vacío.

-Ya era hora de que despertaras- dijo una voz que le era atemorizantemente familiar, justo a su izquierda. Había reconocido de inmediato esa voz algo ronca, y deseaba más que nada que su mente le estuviera jugando una broma pesada. Su cuello se endureció, quitándole toda posibilidad de girar la cabeza para corroborar sus temores. Una parte de ella quería que eso fuera cierto, lo había querido durante mucho tiempo, pero no de esa forma. Algo en todo eso parecía extremadamente erróneo.

Lentamente, forzó su cuello a permitirle girar la cabeza, y al verlo en la puerta, apoyado en el marco, su respiración se detuvo. ¿Cómo rayos había llegado a esa embarazosa situación? ¿Cómo rayos había llegado a cometer un error tan bajo como ese? ¿Cómo rayos había terminado en la casa de Chris, sin siquiera recordarlo?

La alegre sonrisa en el rostro de él pronto desapareció, y fue reemplazada por un semblante más serio y preocupado. -¿Estás bien?- preguntó aun desde la puerta, aunque Abby podía ver muy claramente su deseo de entrar y acercarse.

“Eso es una buena señal…” pensó ella entonces, intentando poder tranquilizarse y respirar de nuevo “¿Verdad?”. Después de todo, si él no se acercaba, era porque nada había pasado. De haber sucedido algo la noche anterior, él habría caminado hasta ella con más confianza. O incluso habría amanecido abrazada a él, o algo así. Pero no era el caso.

Sabía que era mentira, sabía que no era verdad ni una sola letra, pero aun así no pudo evitar responder lo que respondió. –Sí, estoy bien…- dijo evitando cómo podía su mirada. Su voz sonaba confusa, mareada y completamente repleta de temor, y no intentó ocultarlo.

La sonrisa alegre de pronto volvió al rostro de él, según ella pudo ver en una rápida mirada que le dirigió, procurando con especial cuidado no cruzarse con sus ojos. –Tus zapatos están de éste lado de la cama- dijo él, señalando el lado opuesto al que ella se encontraba, antes de dar media vuelta y alejarse.

Fue entonces, cuando ella se percató de que aun se encontraba completamente vestida. Desde las medias, hasta la camisa, pasando por todo lo demás, estaba exactamente dónde ella lo había puesto la mañana anterior. Sólo sus zapatos faltaban, aunque él ya le había dicho dónde estaban.

Su pecho había comenzado a dolerle por aguantar la respiración, lo que finalmente le obligó a reanudar su correcta frecuencia. Aliviada. Durante mucho tiempo había querido que algo sucediera, pero no de esa forma, y saber que nada había sucedido, llenaba su cabeza de tranquilidad.

Con las botas de nuevo en su lugar, salió de la pequeña habitación de Chris, y trató de orientarse para buscar la escalera y bajar al piso inferior. Dónde la música de jazz era más fuerte y sólida. No conocía la música que estaba escuchando, y nunca hubiera supuesto que él pudiera escuchar ese tipo de música tan relajada y poco estruendosa. Pues siempre había pensado que era más del tipo de hombres que escuchaban cosas más aceleradas.

Poco le costó encontrar la cocina, pues la casa era bastante intuitiva y fácil de seguir por alguna razón. Al entrar, se encontró con él, aparentemente preparando el almuerzo ya. Había dormido demasiado. Estaba a punto de preguntar qué había pasado, qué hacía allí, cómo había llegado, cuando su voz la detuvo.

-Te quedaste dormida- respondió él a las preguntas que ella aun no había emitido. Él no le miraba, en cambio, mantenía los ojos fijos en las diferentes verduras que tenía delante conforme las cortaba con rapidez y evidente práctica. –No sé dónde vives, así que te traje aquí-

La jaqueca no le dejaba pensar claramente, y aunque él acaba de responder a sus preguntas, eso sólo había hecho que nuevas aparecieran en su mente. Parpadeó varias veces, tratando de organizar sus pensamientos e intentando que su jaqueca desapareciera, antes de abrir la boca para hablar y verse interrumpida de nuevo.

-El trabajo- respondió él, de nuevo anticipándose a sus preguntas –La idea era hablar del trabajo, pero en cambio terminamos bebiendo más de la cuenta-

Ésta vez pudo notar cierto resentimiento sus palabras. Algo que nunca antes había visto en él. Aunque claro, tampoco le conocía tanto. Por un segundo, pensó en decir algo al respecto, pero prefirió guardarse sus pensamientos para él. Quería saber a qué se debía ese resentimiento, pero preguntar sólo iba a lograr que él se desquitara con él. Temía haber cometido algún error, pero si no era al caso, preguntar sin tacto, no era una buena idea.

Ella no pensaba hablar, ni decir nada, pero aun así, que él comenzara a hablar de nuevo se sintió como una interrupción. –Si quieres, puedes quedarte a almorzar- dijo mientras ella perdía la vista en la mesa de la cocina. Que había sido cuidadosamente preparada para un almuerzo para dos.

Sólo un poco, entrecerró los ojos, ante la evidente intención de él de que ella se quedara. Una delicada media sonrisa se dibujó en su rostro, y entonces una curiosa idea apareció en su mente. –Podríamos finalmente hablar del trabajo…- sugirió ella, retornando la vista a él, sólo para encontrar sus ojos posados en ella, y una leve sonrisa en su rostro.

La música se detuvo, y una nueva melodía tomó su lugar. Una más lenta, más delicada, más tranquila. Y, extrañamente, más romántica. Quizás no porque lo fuera realmente, sino porque así era como ella la escuchaba.

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viernes, 7 de mayo de 2010

Carátulas

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Porque desde siempre, los libros han tenido bellas portadas que los ilustraban. Costumbre, que luego se trasladaría al cine. Con todos esos bellos posters. Gigantografías que ilustraban un poco de la película, su idea, e insitaban a todos a verlas.

Eso hice hoy: posters. Posters para cada una de mis actuales historias. Y hago ésta entrada para "mostrárselos".

Primero, comencemos por la más vieja. Éste, es el poster que hice para "1 + 1 = 1":




One Plus One by ~xiaolindashi on deviantART


Éstos dos, son los posters que hice para "Borderline". Uno desde el punto de vista de él, y el otro del de ella. Cabe aclarar, que hay otra pareja más en la historia que aun no ha aparecido, y por ende, no mostraré sus respectivos posters aun (aguántense ;D)




Borderline by ~xiaolindashi on deviantART


Borderline 2 by ~xiaolindashi on deviantART


Y éste último, es el primer poster promocional de un fic en el que comencé a trabajar recientemente, y que me llevará bastante tiempo de producción. El mismo, estará basado en Xiaolin Showdown, y será el primer fic que haga de manera bilingüe. Lo que significa doble (o quizás más) esfuerzo.




Xiaolin Showdown Poster by ~xiaolindashi on deviantART
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sábado, 1 de mayo de 2010

Halo, una despedida

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halo.
(Del lat. halos, y este del gr. ἅλως).

1. m. Meteoro luminoso consistente en un cerco de colores pálidos que suele aparecer alrededor de los discos del Sol y de la Luna.

2. m. Círculo de luz difusa en torno de un cuerpo luminoso.


Podríamos también llamarlo rastro, entonces.

Hace ya más de dos años, en mis usuales saltos al azar por Google, mi búsqueda de diversión me llevó a un humilde foro llamado Alohomora. En él, comencé a introducirme lentamente en lo que era el basto mundo del rol por foro.

Llevando a cabo un de las cosas que más amaba hacer, escribir, comencé a interactuar con muchas personas. Y no fue hasta que algunos meses se sucedieron, que decidí crear Olimpya. Mi primer foro. En él, volqué todo lo que sabía acerca del rol, y en él crecí cómo admin.

Desde aquellos primeros y temerosos pasos de un primerizo en la idea del rol, decenas de historias fueron escritas gracias a mi, y a quienes roleaban conmigo. Cientos de emociones y escenas fueron esplayadas en esos mágicos e inventados territorios que nuestros personajes recorrían. Afrontamos problemas. Caímos varias veces. Pero siempre encontramos la forma de volver a pararnos y continuar escribiendo esas historias que tanto nos divertía seguir.

Muchos desaparecieron en el tiempo, y jamás volvimos a saber de ellos. Y ahora es tiempo de que yo también desaparezca. Sólo que yo sí tengo la delicadeza de decirlo, avisarlo, comunicarlo.

Me retiro. Mi etapa como roler ha terminado. Y con ella, mis personajes quedarán para siempre congelados en las delicadas memorias de nuestras mentes.

Gracias. Gracias por las incontables horas de diversión que me hicieron pasar. Por las risas. Por la experiencia. Por estar ahí cada vez que uno de mis foros caía, o para sugerir algo nuevo para la historia. Gracias por no ignorar mis pies cuando roleabamos, y continuar escribiendo desde donde quieran que estén.

Quizás algún día, las ganas de escribir me llevarán de nuevo a los foros de rol. No lo sé. Pero si llegara a suceder, sepan que serán las primeras personas en enterarse.

De nuevo, gracias, y adiós.

P.D: Que me retire del rol, no significa que dejaré de molestarlos en los foros. Además, saben cómo contactarme. Y siempre pueden pasarse por aquí para leerme ;D

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viernes, 30 de abril de 2010

Borderline

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Capítulo 1: Despertar.

La persecución había durado toda la noche, o al menos así parecía haber sido. Aun se encontraba corriendo ágilmente por entre los húmedos árboles del bosque. Adelante, podía vislumbrar cómo entre la espesura de las plantas, los primeros vestigios de luz solar se colaban en el forestal. Atrás, los gritos de al menos siete personas que le perseguían, tal y como lo habían estado haciendo toda la noche. No estaba seguro de dónde estaba, ni de porqué había podido correr tanto sin cansarse, sólo estaba seguro de que debía seguir corriendo. Debía salir de ese bosque lo antes posible. Debía escapar de aquellos que le perseguían, quienes quieran que fueran. Debía seguir corriendo. Debía regresar a… ¿a dónde?

La fresca briza de la mañana golpeó su rostro, y pronto el sueño se vio esfumado de manera automática. Como para no perder la costumbre, su recurrente pesadilla había terminado en el mismo punto en el que terminaba todas las veces que la sufría. Justo después de noches cómo esa, la atormentadora pesadilla ocurría en la profundidad de su mente, sin él poder discernir qué significaba. Desde que comenzara a tenerla, había sopesado muchas teorías: que era un recuerdo reprimido, lo que era imposible pues jamás había reprimido un recuerdo (¿o sí?); que se trataba de una premonición, pero, ¿de qué? ¿que alguien iba a cazarle? No se necesitaba ser adivino para predecir eso.

Apenas abrió los ojos, el clamor del sol le obligó a cerrarlos de nuevo, frunciéndolos tan fuerte como le era posible. Lentamente, fue acomodando el peso de su cuerpo sobre sus codos, levantando así su torso, y permitiéndole a sus celestes ojos (que ya podían mantenerse entre abiertos) tener una mejor visión del sitio dónde había acabado.

Delante de él, una inmensa pradera verde se extendía en interminables montes y curvadas colinas. Pocos árboles había sobre esa tierra ondulada que estaba viendo, y él se encontraba cerca de un gran abedul que se encontraba de pie justo detrás de él, y cuyas ramas no llegaban a cubrirle del sol de la mañana.

Pronto, una nueva briza fresca golpeó su cuerpo de nuevo, y fue entonces cuando se percató del estado en que se encontraba.  Ocupado por ver el terreno, inspeccionar el lugar, y tratar de ubicar dónde se encontraba, se había olvidado de revisar cómo se encontraba él mismo.

“Genial” pensó con sarcasmo, al posar su mirada sobre sus piernas descubiertas al aire, y en contacto con la tierra. Una vez más, y al igual que casi siempre, había acabado en medio de la nada, sin absoluto recuerdo de lo que sucediera en la noche, y desnudo. Siempre era igual, no había nada que hacerle, y luego de tantos años de acarrear con ese problema sin aparente solución, ya se había resignado al hecho.

Sin embargo, un hecho particular llamó rápidamente su atención: la carencia de rasguños. La mayoría de las veces que se sumergía en una de esas descontroladas noches en las que su mente se desvanecía y daba rienda suelta a sus más bajos instintos, amanecía con heridas de todo tipo. Desde simples e insignificantes rasguños, hasta peligrosas cortadas y fracturas.

“Debió haber sido una noche tranquila…” supuso de inmediato, disfrutando la delicada caricia de la briza primaveral sobre su cuerpo desnudo “Luego me pondrán al tanto de lo que realmente sucedió” pensó inmediatamente después del primer pensamiento. Cómo era la costumbre, luego de una de aquellas “noches de fiesta”, algunos de sus colegas debían refrescarle la memoria de lo sucedido.

Poco a poco, fue poniéndose de pie, entre suspiros y sopor, y una vez que se encontró erecto de nuevo, hizo lo que siempre hacía luego de una larga noche de luna llena. Irse de dónde quiera que estuviese, preferentemente antes de que alguien le viese usando su traje de Adán, de regreso en su casa en Londres.

 

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El reloj despertador había dejado de sonar muchos minutos atrás, y no precisamente porque ella lo hubiese apagado. El sol llevaba horas colándose por entre las delgadas cortinas beige que colgaban delante de la ventana del amplio cuarto en el que dormía.

De haberse tratado del día anterior, o quizás del día siguiente, llevaría ya bastante tiempo levantada, y probablemente se encontraría ahora mismo desayunando en la mesa de la cocina, o tomando una larga ducha antes de salir finalmente de la casa, pero no hoy. Hoy, había decidido la tarde anterior, se quedaría en casa. No tenía del todo en claro qué haría estando completamente sola en su casa durante todo el santo día, pero si en algo era buena, era en improvisar.

Después de todo, llevaba ya un tiempo considerable improvisando día a día qué hacer. Cómo dirigirse a sus alumnos, qué temas tocar, qué conversar con sus amigos, qué decirle a sus citas cuando las tenía, qué libros sacar de la biblioteca, qué colores usar en su siguiente pintura. Nunca se tomaba demasiada anticipación para pensar en las cosas, lo cual no quería decir en lo absoluto que fuera una completa improvisada, claro que no. La planificación tenía lugar, los planes se formaban, sólo que en menos tiempo de lo usual.

“Es que pienso rápido” repetía una y otra vez en su mente, cada vez que se encontraba a sí misma pensando aceleradamente qué hacer a continuación; o a través de su delicada voz, cada vez que alguien la acusara de ser espontánea.

Existe una delgada diferencia, un pequeño límite, entre ser improvisado, y ser espontáneo. Quienes improvisan, piensan detalladamente las posibilidades que tienen delante, y toman una decisión en función de aquello que podría serles más divertido, útil, placentero, o lo que fuera, dependiendo del caso. Sin embargo, quienes viven espontáneamente, no calculan, y simplemente toman el primer camino que ven, sin reparar en las consecuencias que el recorrido podría traerles. O al menos así lo veía ella.

Para cuando sus ojos se abrieron, el titilante reloj marcaba las 11:32, considerablemente tarde para un día normal, pero perfecto para un día de vacaciones cómo ese. Por supuesto, el día anterior había anunciado en la Universidad que éste día no iría a llevar a cabo su trabajo de siempre. Ya no recordaba con precisión qué excusa había dado, pero estaba segura que involucraba médicos y hospitales.

Con cuidado y lentitud, giró su cuerpo para quedar boca arriba, y entre bostezos, fijó los ojos en el claro techo de la habitación. Siempre hacía lo mismo, justo antes de sentarse en la cama, y pasear su vista por todo el cuarto, tomándose unos segundos para disfrutar de su trabajo. Llevaba tres años viviendo en ese apartamento, y ella misma se había tomado el delicado trabajo de arreglar, pintar, decorar y amueblar cada cuarto con especial cuidado.

Su habitación, era sencilla, luminosa y amplia. Desde las paredes, hasta los muebles, todo estaba coloreado con claros tonos de amarillo, marfil, y marrón. Para la extensión total del lugar, tenía pocos muebles. Siendo éstos sólo una pequeña cómoda a la izquierda de la ancha cama, un alto armario que extendía su elegancia francesa justo en frente de dónde ella dormía todas las noches, y una larga cama de dos plazas, en la que dormía plenamente a gusto a pesar de que estuviese vacía. Además de las dos pequeñas mesas de noche que se encontraban una a cada lado de la cama.

Cada pieza de mobiliario había sido adquirida por separada, cada una había sido comprada en diferentes lugares y diferentes momentos, pero aun así todas, y cada una, compartían rasgos similares entre ellas. “Destinadas a estar juntas” bromeaba para sus adentros cada vez que se encontraba a sí misma pasando su mirada por las delicadas curvas del armario, o de la cómoda, en alguna mañana relajada cómo aquella.

Finalmente, y luego de haber observado con detenimiento cada cosa en su cuarto durante algunos instantes, quitó el cobertor de la cama y se paró a su lado. Lentamente abrió las cortinas que tapaban la ventana, dejando que un gran torrente de luz solar inundara por completo el cuarto, volviéndolo aun más brillante.

Una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro, y sus ojos comenzaron a pasear por la vista que se divisaba a través de su ventana. Tenía todo lo que quedaba de la tarde para hacer lo que quisiera, y nadie podía detenerle, ya no más. Ese pequeño pensamiento siempre alegraba sus mañanas de distención.

 

+-+-+-+

 

Llegar de regreso a su casa le había costado horrores. Y a pesar de haber pasado por esa misma situación mes tras mes, durante las últimas dos décadas de su vida, aun no se acostumbraba a la adrenalina que representaba llevar a cabo el retorno. Y probablemente jamás se acostumbraría.

La clara luz de la mañana aun llenaba su casa cuando él finalmente, logró regresar a ella. Sin prestar mucha atención a nada, se dirigió automáticamente a su cuarto, y de allí a su baño, considerando que lo primero que debía hacer era tomar una larga, cálida y relajante ducha, antes de proseguir con el día.

Ningún día posterior a sus lunas llenas había acudido al trabajo, y ese día no había sido una excepción. En cambio, se había vestido luego de tomar el baño, y había vuelto a salir. Se encontraba cansado, sí, pero aun así se obligaría a estar despierto todo el día, con el fin de dormir durante la noche. Varias veces había perdido horas de sueño por culpa de las lunas llenas, pero con el tiempo había aprendido a que si se forzaba a estar despierto, luego dormía mejor de noche. Y así, al día siguiente, no estaría tan cansado.

Cuando sus pies lo llevaron a entrar a una cafetería cerca del centro de la ciudad, los relojes que podía divisar marcaban las 12:27, y su estómago comenzaba a comunicarle que ya era hora de comer algo. Lo último que recordaba haber comido, era el almuerzo del día anterior. Aunque estaba más que seguro que, al menos algo, había comido durante la noche.

Con una mano abrió la puerta del lugar, mientras que con la otra se quitaba los lentes oscuros que llevaba para proteger sus ojos del poderoso sol. Un rápido vistazo por el lugar le bastó para elegir una vacía mesa, que se encontraba cerca de las grandes ventanas del local, como su sitio, y pronto se encontró a sí mismo sentado en ella, reclamando soberanía, temporal, sobre el territorio que ésta comprendía.

Era algo común en él, eso de reclamar territorio cómo propio. Y aunque no los marcaba con orín o símiles, su actitud al hacerlo seguía siendo la de un perro delimitando un nuevo terreno cómo dentro de su zona personal de vida.

Pronto, tenía delante de él un plato lleno de deliciosa y caliente comida, esperando a ser devorada por él. Lo cual tuvo lugar en no mucho tiempo. Siempre comía de manera acelerada, aunque cuidadosa, y con su estómago demandando alimento, esa aceleración natural se había tornado casi vertiginosa. Aunque permanecía dentro de los estándares de normalidad, por lo que nadie en el lugar le miraba de manera extraña conforme, bocado tras bocado, vaciaba el plato.

Para cuando terminó de comer, los relojes le indicaban que habían pasado sólo unos escasos treinta y cinco minutos. Lo que significaba que aun faltaban horas antes de que pudiera permitirse regresar a su hogar y dormir. Horas enteras de largo y tedioso hastío, que viviría como un eterno infierno.

Otros quince minutos pasó jugando con el plato, hasta que finalmente se dio por vencido, y llamó al camarero para pagar la cuenta y retirarse de una vez por todas. No tenía caso seguir sentado allí, sólo, toda la tarde.

Amablemente pagó al joven muchacho, que le había traído la cuenta, por la comida ingerida, y luego de comentar algo sobre lo placentero que había sido ingerir tan delicioso plato, se levantó y caminó hacia la salida.

Justo después de ponerse de pie, había tomado su chaqueta marrón y se la había puesto, y conforme caminaba hacia la puerta del lugar, se había puesto los lentes oscuros de nuevo. Algo que pronto se arrepintió de haber hecho, pues, una vez afuera del local, y luego de haber girado a su derecha con la intención de caminar en esa dirección, la oscuridad de los lentes en la sombra del toldo que cubría del brillo a los ventanales del café, no le dejaron ver que otra persona caminaba en dirección contraria a él. Justo en la misma línea imaginaria.

Con algo de esfuerzo, y su característica agilidad, logró correrse a un lado. Pero aun así, golpeó a la mujer que venía hacia él, con su brazo.

-Lo siento- se disculpó girando levemente para poder emitir su disculpa mirando el rostro de la persona a la que había golpeado. Y se sorprendió al ver que la otra persona, una mujer, también se había girado para verle. Lo que era poco usual en las calles de Londres. -¿Abby? ¿Abby Parker?- dijo luego de que la sorpresa de que estuviera mirándole se esfumara, y fuera reemplazada por la sorpresa de haberle reconocido.

Ni en un millón de años hubiera supuesto que había de cruzarse con alguien de la Universidad un día como ese, y siendo la hora que era, y mucho menos había podido llegar a pensar que esa persona sería ella.

-¿Profesor Morgen?- contestó ella, mostrando tanta sorpresa como él –Que… sorpresa encontrarlo aquí.- Su voz sonaba algo nerviosa, algo que no era del todo usual en ella. Algo que él jamás había visto antes en ella. Algo que hizo que en su interior se disparara un extraño sentimiento de preocupación.

-Podría decir lo mismo- señaló él, riendo con suavidad, ahora completamente  de frente a ella. No estaba seguro de sí en su sonrisa había dejado entrever algo de su preocupación, pero no era que se hubiera preocupado mucho en esconderla.

-Y supongo que al igual que yo, usted también tendrá sus motivos- respondió ella, sonriendo a pesar del tono algo severo de su voz. Señalando claramente que no pensaba indagar en sus motivos, y que esperaba que él tampoco indagara en los de ella.

Él asintió, alargando levemente su media sonrisa, pero sin siquiera considerar la posibilidad de preguntar algo al respecto. Por más que quisiera hacerlo. Por más que supiera que, más tarde, la curiosidad le carcomería por dentro, y consumiría gran parte de sus pensamientos, no podía permitirse la libertad de preguntarle nada.

Pocos segundos más duró ese pequeño encuentro, que concluyó con sendos saludos y despedidas de ambos, y con ambos caminando en direcciones opuestas, al igual que siempre. Él le dirigió una última sonrisa, procurando no parecer demasiado amable, o demasiado atento para con ella. Procurando parecer lo más normal posible. Como si el hecho de haberla cruzado no hubiera hecho que su día se alegrara un poco más. Como si se acabara de encontrar con cualquier otro profesor de la Universidad, o cualquier otro alumno. Nadie especialmente particular, sólo una persona cualquiera.

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miércoles, 14 de abril de 2010

Opuestidamente

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¡Que buen palabra de Rugrats! Bueno, omitiendo el nostálgico desliz, hoy tengo ganas de hablar de opuestos. No, en realidad, creo que quiero hablar de contradicciones. ¿O eran diferencias?

Pocas cosas son tan molestas como tener delante a alguien, estar conversando con ese alguien, y cual espejo disfuncional, a cada cosa que decimos, diga lo opuesto. "No sé porqué dices adiós, yo digo hola. Yo digo alto, tu dices bajo. Tu dices detente, y yo digo ve ve ve!" cantaban los Beatles en su canción "Hello Goodbye", y creo que nada podría ilustrar de mejor manera a lo que me refiero.

Sin embargo, sin importar cuan frustrante sea conversar con un espejo disfuncional, es discutir con alguien que, además de ser cual espejo disfuncional, niega serlo. La necedad siempre es algo en extremo frustrante, pero ¿qué hacer en esas situaciones extenuantemente agotadoras? Sinceramente, ni idea. Creo que es algo demasiado subjetivo, y filosófico, cómo para dar una respuesta y decir que esa sea la correcta, pero puedo contarles qué hago yo. 

Cada vez que una situación emerge en mis conversaciones diarias, usualmente con la misma persona de siempre, lo que hago es sonreír, asentir, disculparme si viene al caso, y simplemente darle la razón aunque no la tenga. ¿Por qué? Porque es más sencillo simplemente rodear las paredes, que intentar correr hacia ellas en un intento por atravesarlas.

"You like tomato, and I like tomahto. You like potato, and I like potahto" Sí, escrito pierde la gracia del juego fonético que esa canción representa realmente, pero de todas formas continúa ilustrando lo que es discutir contra un necio espejo disfuncional.



Por último, y para redondear, las dos canciones que inspiraron éste post:

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martes, 23 de marzo de 2010

Oda a AF

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Ya sé que las odas son de género literario, y por tanto, escritas en verso. Pero aun así creí que sería buena idea darle ese título a un texto que pretende ser una simple despedida a un sitio que significó mucho más que datos y palabras para mi.

Por definición, una oda es un texto de admiración exaltada por algo o alguien. Y que es la admiración, sino consideración especial que se tiene hacia alguien o algo. De una forma u otra, la admiración puede ir acompañada de cariño, y no hay otra palabra que pudiera describir mejor lo que sentí, siento y sentiré por AF. Ese foro en dónde todo comenzó, y en dónde empecé a transformarme en persona. Voy a tratar de ser lo más breve posible, y créanme que no importa cuan largo o corto les parezca el texto, podría haber sido más largo.

La historia, mi historia, comienza por enero del 2008. Cuando, aburrido y sumergido en una suerte de depresión bipolar, esa que ya todos conocen, comencé a navegar por internet. Apenas conocía lo que era un foro por esos entonces, y una búsqueda aleatoria en Google me llevó a encontrar un pequeño, no tanto, foro de animé argentino. AnimeForos, AF para los amigos, era el nombre de esa página en la que tímidamente entré. Primero para simplemente indagar un poco en ese mundo de otakus, del que me creía parte, y luego para simplemente tener algo que hacer. Sin embargo, luego de una breve presentación en la sección adecuada, mi propia volatilidad me llevó a abandonar el foro por algún tiempo. Ya no recuerdo cuanto, pero asumo que fueron unas dos o tres semanas (pudo haber sido más) en las que ni siquiera pisé el suelo del lugar.

Pasado el lapso, nuevamente llegué a AF, pero ésta vez no por suerte o búsquedas sorpresa en Google, sino por aburrimiento. De nuevo, entré, y como si nunca me hubiera ido, comencé a pasearme por los insondables pasillos de un foro repleto de gente dispuesta a charlar un rato. Ya fuera de animé, juegos, series o simplemente de cualquier cosa que surgiera en el momento. Claro, eran insondables para mi, pero no para aquellos que formaban parte del staff del foro. Ese grupo fluctuante de gente que se dedicaba, porque quería, a mantener la limpieza y pulcritud del lugar. Como policías, vigilando que las reglas fueran cumplidas, y sancionando a quienes lo merecían.

Era un mundo completamente nuevo para mi, repleto de gente dispuesta a hablar conmigo. De gente que, encima, entendía lo que decía, y que estaba de acuerdo conmigo en muchas oportunidades. O en desacuerdo. Fuera cual fuera el caso, al menos sabía que, si estaban de acuerdo, era porque entendían lo que decía, y sino, también. Por primera vez, había encontrado gente con la que podía hablar seriamente de temas importantes, y al mismo tiempo, reírme de las más alocadas situaciones. Eran gente normal, de edades normales (en su mayoría). Algo escaso en mi entorno natural.

Los días pasaron, los comentarios crecieron, los lazos emergieron. Y finalmente llegó el momento de poner a prueba todo ese crecimiento interno que acababa de presenciar. Y qué mejor forma de poner a prueba algo, que tirarlo a los leones y esperar que regrese entero. Así fui al Picnic Pogo IV (creo que era el cuarto). Aterrado por lo que pudiera salir mal, excitado por lo que pudiera pasar, y ansioso porque todo terminara y pudiera regresar a casa satisfecho. 

Al llegar al planetario, luego de literalmente perderme en el bosque, permanecí al costado de un grupo inmensamente diverso de gente que hablaba e interactuaba, en silencio. Y no fue hasta que una persona en particular me habló, que comencé a hacerlo yo también. Lentamente, comenzaba a colarme entre la gente y a perderme en una multitud inmensa de risas, chistes, comentarios y recuerdos. Finalmente, era parte de un grupo. Sí, un grupo inmenso de gente, de los cuales la mayoría ni siquiera me registraba, por esas cosas de la matemática, pero aun así el sentimiento era ese.

El tiempo pasó, algunos lazos se destiñeron, otros nacieron y otros crecieron. Pero sucediera lo que sucediera, lo más importante estaba hecho. Había saltado al vacío, y había caído de pie.

No voy a detenerme en situaciones puntuales, en recuerdos exactos, o en detalles detallistas salida por salida, pero es válido resaltar que el tiempo pasó. Pasó, dejando atrás gente, abriéndole la puerta a nuevas personas, nuevos chistes, nuevas aventuras. Y poco a poco, las ganas de entrar en un foro a leer, pensar y comentar, se fueron escapando de mi mente. Ya no sentía esa necesidad imperiosa de hablar, pues era algo que ya hacía. No sentía ganas de escribir, pues era más fácil usar la vos en presencia de otras personas. Mis visitas a AF se hicieron cada vez más cortas, más espaciadas. Hasta que, finalmente, dejé de entrar a ese foro que me había dado tanto.

El domingo, si no me falla la memoria, el foro fue cerrado definitivamente. Después de muchos esfuerzos de mucha gente, entre burlas de algunos, y lamentos de otros. AF ya no está, pero la gente sí. Toda esa gente maravillosa y genial que llegó a mi vida por casualidad, sigue ahí. Y aunque no hable mucho con algunos, y hable demasiado con otros, no creo que jamás vaya a olvidar el tiempo que invertí frente al monitor caminando por esos pasillo digitales, ni los momentos que quedarán sellados en lo profundo de mi memoria.

AF ya no está, se fue. Pero eso no significa que la historia halla terminado, claro que no. Ahora es cuando la aventura, digievoluciona.

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1 + 1 = 1

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Hace algún tiempo, una idea extremadamente filosófica vino a mi mente cuando decidí comenzar a escribir "1 + 1 = 1". Claro, luego de escribir las primeras estrófas del texto, ninguna otra palabra emergió para continuar la gran cadena de párrafos que se suponía debía ser. Demasiadas ideas, demasiados planes, hicieron que me fuera imposible canalizar todo lo que quería decir dentro  de un mismo texto.

Ahora, meses más tarde, voy  a intentarlo una vez más. No prometo nada, pues hace ya tiempo que entendí que mis promesas son algo vacías cuando se adjudican a cosas tan poco importantes (comparadas con otros menesteres), pero prometo intentar intentarlo. Naturalmente, no pretendo que recuerden de qué iba la primera parte que publiqué en aquel blog en que publicaba mis pensamientos más recónditos, así que les dejo aquí mismo la primera parte. 

Que, incluso, tiene algunas leves modificaciones. 'Njoy~~


Las luces anaranjadas de la sala se encendieron en cuanto su pie tocó el suelo de la habitación. Al igual que siempre, se reunirían en la misma sala de siempre. Avanzó lentamente hasta el sillón que él mismo había determinado como propio. No es que no pudiera sentarse en otro sitio, sólo que ese le parecía excepcionalmente bueno. Desde allí podía ver con tranquilidad la puerta que entraba en la habitación, las bibliotecas que contenían sus favoritos libros y la chimenea crepitando.

Con lentitud, se sentó en el rojo cojín y apoyó el torso en el respaldo del rojo sillón. Miraba fijo la puerta, él todavía no había llegado, y seguramente llegaría tarde como siempre. Mientras esperaba, comenzó a revisar la habitación. La temperatura era la adecuada, ni muy cálida ni muy fría, había bebida en caso de alguno de los dos sintiera sed y suficientes leños en la chimenea garantizaban que el fuego duraría varias horas.

-Mejor- dijo al reparar en esto último –Nunca se sabe cuánto durarán nuestras conversaciones-

La puerta hizo un ruido, comenzó a abrirse, y él entró en el recinto. Vestía de forma desarreglada pero prolija, como siempre. Nadie entendía como lo lograba, pero aun en el caos que eran sus ropas, siempre lograba verse formal al mismo tiempo.

-Bienvenido- saludó el primero, el que se encontraba en el sillón.

-Hola- saludó de forma vulgar el que había entrado.

A simple vista parecían hermanos, gemelos, eran como reflejos en un espejo. La misma altura, el mismo cabello, los mismos ojos, la misma contextura, el mismo peso, todo era igual. Sin embargo, eran diferentes. No estaban peinados de la misma forma, ciertamente no llevaban la misma ropa, incluso sus miradas eran diferentes a pesar de venir de los mismos ojos.

-Veo que tu forma de hablar sigue intacta- dijo el que se encontraba sentado en el rojo sillón.

-Te dije miles de veces que no va a cambiar, no importa cuánto insistas- respondió el recién llegado al tiempo que se dirigía lentamente al sillón que se encontraba enfrentado a su interlocutor. Dejó la campera que llevaba en el respaldo, y con parsimonia se sentó en el brazo del rojizo asiento.

-¿Podrías sentarte cómo es debido por favor?- pidió cordialmente aquel que había llegado a tiempo a la reunión.

-¿Quién dice que no estoy sentado cómo es debido?- espetó el segundo intentando imitar el cordial tono de voz que su interlocutor utilizaba.

-Lo digo yo- le contestó serio el otro hombre.

El recién llegado bufó y, resbalándose, cayó en el cuenco diseñado para contener todo el cuerpo de una persona, apoyó ambos brazos en los del asiento y cruzó sus piernas, todo sin dejar de mirar al hombre que tenía enfrente.

Se podían ver las similitudes físicas a simple vista, pero  aun así, era imposible dejar de ver las pequeñas cosas que los diferenciaban. Ambos tenían los mismo conocimientos sobre las mismas cosas, sabían tanto del mundo como el que tenían enfrente. Retenían en sus mentes las mismas fórmulas, los mismos datos, las mismas observaciones, los mismos hechos y evidencias; los mismos recuerdos, las mismas emociones y los mismos sentimientos pero sus opiniones eran muy diferentes.

Tan diferentes y similares, como dos reflejos pueden ser.

“Éste será un largo diálogo…” pensó para sus adentros el primer hombre, observando con severidad al que tenía enfrente.

“Seguro que éste monólogo va a ser eterno…” pensó el segundo percibiendo como una leve y burlona sonrisa se dibujaba en su rostro.
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viernes, 12 de marzo de 2010

Catatónico

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Cuando tenía algunos pocos meses de nacido, el mundo decidió quitarme la mitad de mí, llevándose a mi papá. En teoría, nunca lo conocí, así que no me costó mucho afrontar el hecho de que no tenía papá. Aun así, pasé los primero años de mi vida, viendo con envidia como todos tenían padre, y viendo como el Día del Padre significaba algo para ellos, mientras que para mí era otro recordatorio constante de algo que no tenía.

Parece castigo suficiente, por algún crimen que debo haber cometido sin darme cuenta, pero el mundo parecía no estar de acuerdo con eso. Y lentamente me quitó la vista. Por supuesto, tenía sólo seis años cuando me dijeron que no iba a volver a ver con normalidad jamás, y que iba a ser dependiente de anteojos por el resto de mi vida, por lo que no me causó tanto impacto. Aun a pesar de tener que pasar cada día de mi vida viendo gente sin anteojos, había muchos otros que sí. Eso hacía que ese castigo en particular se volviera poco eficaz.

Supongo que por eso el universo decidió usar toda su vena artística cuando decidió privarme de un sentido poco esencial para la vida (calculo) pero, según me dijeron, increíblemente bello: el olfato. Así que crecí toda mi vida sin saber qué es realmente un olor; a qué huele una flor; qué aroma tiene la comida; cuan repugnante puede ser el olor del sudor. Aun así, no fue hasta que fui más grande que me di cuenta de lo que me estaba perdiendo, y las ansias de recuperar algo que no recordaba haber perdido me invadieron. Ansias que finalmente se desvanecieron cuando la medicina me dijo que no sabía porqué no tenía olfato, sí todo estaba correcto.

Cualquiera pensaría que eso ya era suficiente castigo, pero el universo siempre va por más. Y supongo que por eso, seleccionó un hogar destruido para que fuera mi "casa". Una casa dónde me quitarían a mi mamá, demasiado ocupada trabajando; dónde me dejarían al cuidado de mi abuela, que me ignoraría de la misma forma que ignoró a sus propios hijos; y dónde mi tía intentaría por casi 17 años de manipularme cual marioneta. Una casa, dónde tendría que afrontar por primera vez que me dijeran "Inútil", "Inservible", "Bueno para nada".

Y aun así, no me rendí. Me paré firme sobre el suelo, e hice lo que cualquiera había hecho: gritar. Gritar una y otra vez negando las acusaciones que me repetían una y otra vez. Esforzándome, constantemente, por complacer a un mundo que continuaba diciéndome que era un inútil bueno para nada, un estorbo, una carga.

Finalmente, el peso de luchar constantemente se hizo insoportable, y la carga hizo que cayera al suelo algunos años atrás. Sólo, sin familia, sin amigos, sin prácticamente nada, me quedé en el suelo y no me levanté. Durante todo un año, me limité a arrastrarme. Hasta que al final encontré algo de que aferrarme: sueños. Débiles imágenes de un futuro mejor, de un futuro al que quería llegar. Y eso me llevó a conocer gente nueva. Finalmente tenía amigos en los que apoyarme, y sueños que me jalaban hacia adelante.

Y lo volví a intentar. Me puse de pie nuevamente, y retomé la historia dónde había quedado un año atrás. Aunque claro, no se puede caminar muy bien luego de pasar tanto tiempo arrastrándose, y volví a trastabillar. Lo había hecho lo mejor posible, pero aun así los músculos de mis piernas estaban demasiado atrofiados como para permitirme caminar bien, y volví a fallar. Sólo que ésta vez, no tardé un año en ponerme de pie.

Ya tenía los sueños, esas débiles lucecitas que me daban esperanza; Ya tenía los amigos, muletas de quiénes podía aferrarme para caminar. Y eso me bastaba para volver a intentar saltar los obstáculos... Pero volví a caer. De nuevo, y por enésima vez, caí de boca al suelo. No solo eso, sino que conforme caía, tuve que soportar que de nuevo me llamaran "Inútil", que me dijeran que no intentaba, y ver cómo esas débiles bolitas de luz blanca se desvanecían en el aire.

Todo ésto parecería suficiente como para permitirme quitarme la vida, y debo admitir que lo consideré por un breve momento. Aunque llegué a la conclusión de que soy demasiado cobarde para hacerlo, y con mi suerte, probablemente fallaría al intentarlo, justo y como fallé en todo lo demás, pero sí es una bandera blanca. Me rindo.

Me rindo de intentar constantemente, una vez tras otra, saltar los obstáculos que tenga delante. Me cansé de tratar de demostrar que no soy un inútil. Me quedé sin voz de tanto gritar que no era un bueno para nada. Me harté de esforzarme por volar, cuando no importa que tan grandes sean nuestras alas, sino el peso de las anclas en nuestros pies.

No voy a suicidarme literalmente. No voy a cortarme las venas, ahorcarme, ni saltar de un puente. No voy a volverme alcohólico solo para deteriorar aun más mis enfermos riñones, ni voy a volverme un drogadicto para perder la poca lucidez que me queda. Pero si voy a permanecer catatónico.

Simplemente me voy a sentar, voy a borrar cualquier pensamiento de la mente, voy a suprimir cualquier emoción profunda en el pecho, voy a fijar la vista en un punto vacío, y voy a esperar el día en que cierre los ojos y jamás los vuelva a abrir.

Toda mi vida, desde el día en que nací, hasta hoy, luché por demostrar que no era lo que todos decían que era. Es hora de afrontarlo, y simplemente permanecer catatónico.
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miércoles, 24 de febrero de 2010

And I am telling you I want to break free

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Ésta vez, y al igual que en la anterior, no les traigo un poema, ni siquiera les traigo un cuento. No, ésta vez voy a hablar, o más bien escribir, que era algo que ya hacia en mi viejo blog. ¿Por qué? Porque puedo, y porque al ser un medio escrito, virtual sí, pero escrito, todo lo que publique acá, sigue siendo "Literalmente Xiao".

En éste mismo momento, y como usualmente hago, me encuentro delante del monitor escuchando música. Y una canción acaba de llamarme la atención: "And I am telling you", la misma, expresa los sentimientos de una protagonista, claramente enamorada, que le dice a su amor que no piensa irse. Le dice, que piensa quedarse allí, con él, y que nada de lo que él diga va a hacer que cambie de opinión. De hecho, en una de las estrofas le dice "I'm not livn' without you. I don't wanna be free".

Es esa frase, esa parte de las estrofas, lo que me hizo recordar la famosa canción de Queen "I want to break free". Cuya letra, presenta un escenario completamente opuesto a la anterior. En ésta última, el protagonista está harto de su acompañante, y está completamente dispuesto a irse, pero no puede. ¿Por qué? Porque está enamorado.

Momento, entonces, quizás no son tan diferentes después de todo. Quizás, hablan de un mismo sentimiento de profunda pasión y amor por otra persona, que nos obligar a quedarnos dónde estamos, sin importar las consecuencias. Y eso, me hace acordar a otra canción: "My life would suck without you", que además me hace acordar a otras cosas que no vienen al caso. En esa canción de Kelly Clarkson, la protagonista canta sobre una relación algo enfermiza, pero de la que no puede apartarse, porque sin él, su vida sería un desastre, presumiblemente peor de lo que ya es.

Es así, como de nuevo rondamos el mismo tema. Muchas veces, encontraremos relaciones de las que no nos podemos zafar, no importa cuan problemáticas éstas sean. Pero es importante recordar que debemos ser cautelosos con ellas, porque es probable que nos estén causando más daño que gustos. Y eso, eso es muy peligroso.
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jueves, 18 de febrero de 2010

Muro de Inspiraciones

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Hace poco, descubrí que las cosas que nos inspiran y nos motivan son muy importantes en la vida. Sin algo a lo qué aspirar, sin algo que nos empuje a hacer o pensar cosas, nuestra vida termina estancada. Y en ese sentido, la vida es como el agua, una vez que se queda estancada, comienza a pudrirse, hasta que finalmente, no somos más que una sombra de lo que fuimos.

Por eso, decidí crear un "muro de inspiraciones". Para algunos no va a ser más que una simple imagen, llena de otras imágenes más pequeñas. Pero para mí, es algo que puedo mirar fijamente, sabiendo que al hacerlo, voy a encontrar la inspiración que necesito para el momento en el que estoy.

No es nada específico, y así como coloqué gente, coloqué personajes, y hasta algunos sustantivos abstractos. Como dije antes, hay diferentes tipos de inspiración, y en éste pequeño "mural", se encuentran todas las cosas que a mí me inspiran. Ya sea a hacer, pensar o plantearme algo.


Inspirations by ~xiaolindashi on deviantART

Sería divertido que comentaran si encontraron cosas que ustedes también los inspiran en mi mural. Y los invito a crear uno propio también.
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martes, 2 de febrero de 2010

Alas

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Al acercarme a la ventana
Puedo ver la lluvia caer desde el cielo gris
Y aun así, es música para mis oídos

Al tocarme el rostro
Puedo sentir las huellas que las lágrimas dejaron
Y también puedo notarlas secas

Al girarme sobre mi mismo
Puedo ver el rastro de dolor que alguna vez recaía sobre mi espalda
Y aun así, ya no siento su extenuante peso sobre mis hombros

Puedo sentir ésta nueva energía recorriendo mis venas
Inundando por completo mi sistema
Ya no estoy preso

Finalmente, cayeron los grilletes al suelo
Los sentía pesados, hechos puramente del metal más sólido
Y aun así, el ruido ni se escuchó

La sangre que brotaba de mi espalda se detuvo
Y en su lugar, dos grandes alas crecieron
Así sin más, comienzo a perder el peso

Esa fuerza que antes me detenía
Se esfumó para jamás regresar
He visto la verdad de una vez por todas

Le he ganado a mi sombra
Pero no significa que se haya ido
Aun está ahí, acechándome

Trata de atacarme, como siempre lo hizo
Pero no puede acercarse
El impulso de mis alas no se lo permite

Esas alas blancas espumosas que ahora poseo
Alas que me llevarán a dónde ellas quieran
A dónde yo quiera
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viernes, 8 de enero de 2010

Ella Ganó

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Éste es un poema que escribí hace ya algunas semanas. No hace falta aclarar que cuando lo hice me encontraba, ¿cómo decirlo con tacto? Algo deprimido. Más bien, melancólico. Bueno, disfruten:



Lo que tanto temía
Finalmente sucedió
Las sombras de mi habitación
Se tragaron completo mi cuerpo inerte

Ahora, parado en medio de las sombras
Veo una figura delante de mí
Su cabeza se encuentra baja
Con la vista fija en el suelo
Y sus brazos flácidos cayendo a los costados

No hay luz alguna, pero aun así puedo verle
Quieto, inmóvil, parado allí, ignorándome.
Como los demás, como el resto.
Todos miran, pero nadie ve realmente.

El miedo me recorre finalmente
Al ver como avanza un paso
Su cuerpo se tambalea conforme lo hace
Aunque no parece importarle

Sus risas comienzan a resonar entre las sombras
Los oigo burlarse de mí, pero no me importa
Al girarme, no veo luz en ninguna parte.
Solo oscuridad.

Sus manos me toman por los pies
No quieren que me vaya, me quieren para ellos
La figura, lentamente, comienza a levantar la vista
Y finalmente le reconozco.

No es otro que mi mismo.
No es otro que mi sombra.
Regodeándose en la dulce victoria
De haberme atrapado.

Comienzo a correr, sin mirar atrás.
Puedo oír que me llaman, aun riéndose.
Adelante, logro divisar otra figura.
Blanca ésta vez.

Amable, me tiende su mano.
Pero la tranquilidad dura poco.
Y se desvanece, conforme la luz que
Envuelve a la nueva figura también lo hace.

Su rostro se desfigura, se destruye
Hasta convertirse por completo en mí sombra
Me ha atrapado otra vez, y parece disfrutarlo.
Ya no hay nada que hacer
Nada que hacer…

Inerte, encogido en un rincón del cuarto
Yace la cáscara que solía contenerme
Vacía, completamente vacía.
Como mi alma.

La luz se apaga lentamente
Quienes se cansaron de intentarlo, dejan el cuarto
Dejándome sólo, en ese rincón, otra vez.
Abrazado por la soledad, mi única amiga.
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sábado, 2 de enero de 2010

¿De qué va el blog?

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Éste es un nuevo foro que abro incitado por mi amiga OchiBarby, seguramente la conocen, y sino da igual. Según ella, escribir es bueno para la mente. Según ella, es estimulante y terapéutico. ¿Yo? Yo no le creo una mierda, pero voy a intentar.

De todas formas, no pienso publicar pensamientos, notas, ni nada que se le parezca, simplemente, voy a publicar escritos. Historias, cuentos, poemas, largas historias, cortos, lo que se me venga en gana.

Espero que al menos me den una señal de vida, para que sepa que hay alguien leyendo lo que escribo... y si no, de todas formas voy a seguir escribiendo.
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